Cartas al director

El club de los poetas muertos

Gentes como Manuel Fraga, Santiago Carrillo, Miguel Herrero de Miñón, Juan de Dios Ramírez Heredia, Julio Anguita, Felipe González o Alfonso Guerra, muchos de ellos ya no están, no eran políticos al uso, eran poetas, si por poesía se entiende una determinada sensibilidad y actitud ante la vida. De su legado podemos destacar, y rescatar, dos cosas: tolerancia y consenso.

Hoy, reino de las verdades absolutas, esos dos conceptos han perdido su sentido, no le interesan a nadie. Los partidos políticos y sus dirigentes están hoy parapetados en sus respectivas trincheras defendiendo sus posturas a cara de perro, sin dar ninguna opción al adversario.

Esto se ha trasladado también a la vida social, donde ya no se perdona nada al vecino, ni siquiera al hermano. Tenemos un país que cuidar, construir vínculos integradores.

No creo en la unidad. Los que proponen, algunos de buena fe, la unión de todos y remar en la misma dirección, formulan, a mi juicio, una entelequia. Es sana la discrepancia, es necesaria, imprescindible. Solo partiendo de posiciones enfrentadas es posible alcanzar un acuerdo. 

Que no me hablen, por tanto, de unidad. Háblenme de armonización, de llegar a una solución después de haber contrastado y debatido los detalles más nímios. Para hacer esto se necesita tolerancia, admitir al diferente. Y para eso necesitamos que los representantes políticos pertenezcan al mundo de la cultura, que se recuperen aquellos discursos que todos tenemos en nuestra memoria colectiva, y que nos han traído hasta aquí.

Discursos que a la vez que políticos, eran pura poesía.