En los treinta años que llevo viviendo en Ourense y ejerciendo como tal, llegue a enamorarme de la ciudad y de la provincia, que a mi llegada tenía vigor y vitalidad. Es posible que en aquellos años esto fuera debido al impulso que los muchos ourensanos que entonces retornaron después de años de trabajos en la emigración procurando un futuro mejor. La actualidad de la ciudad y la provincia tristemente es distinta. Dejaron de retornar emigrantes, pero el tejido productivo apenas cambió.
En la industria sigue sin haber oportunidades laborales, el sector agropecuario se esta desmantelando y la población de la provincia disminuye alarmantemente propiciando el adelgazamiento del sector servicios. Mientras pasaron por el poder políticos de distinto signo y algunos que presumen de orígenes ourensanos, que pese a las eternas promesas desprecian a la provincia. Lo hacen cuando desprecian las titulaciones universitarias de la provincia duplicándolas en otras ciudades gallegas como pasó con Informática, Derecho, Turismo y recientemente Aeronáutica, lo hacen cuando desde la Xunta evitan la realización del proyecto de una gran estación ferroviaria, para que todo quede en un mero "restiling" de lo que ya está. Lo hacen destinando cantidades ridículas para la provincia en los presupuestos gallegos o estatales y menosprecian a la ciudadanía cada vez que anuncian proyectos de implantación de empresas o infraestructuras que nunca se llegan a realizar.
Ahora llegan avisos de que hasta los servicios sanitarios van camino de desmantelarse y a buen seguro la lista de agravios sería interminable. La penosa clase política que nos representa haría bien en dejar de tirase los trastos a la cabeza y aunque fuera por una vez se uniesen para alzar la voz todos juntos y reclamar su lugar y la atención de unos organismos políticos que llevan demasiado tiempo mirando únicamente a las grandes ciudades (Vigo y Coruña) que les proporcionan los votos y a Santiago (que es la ciudad que habitan).
