Cartas al director

Empatía

Hace poco diagnosticaron a mi hijo de 18 meses con TEA (Trastorno del Espectro Autista). Sobra decir la espiral de dolor, miedo y confusión en la que entré durante varias semanas. Pero decidí que, a los problemas, soluciones, y me embarqué de lleno en la fantástica procesión de médicos que me esperaba, llena de esperanza y paciencia. No ha habido ni una sola consulta de la que no haya salido llorando. Ni una sola. Y no os confundáis, no eran por los resultados de las pruebas, sino por el trato recibido del personal. 

Entiendo que estamos en medio de una pandemia, que el personal sanitario está agotado y exhausto, pero nunca pensé que podría toparme con semejante jauría de insensibles y maleducados. 

Hoy, no ha sido menos. Mi pequeño tenía que hacerse una prueba en la que me pidieron que lo mantuviera toda la noche despierto para que estuviera dormido durante la prueba. Así, me levanté a las 4 de la mañana, lo desperté, y café tras café, capeamos la tediosa noche hasta la hora de la consulta. Entrando por la puerta del hospital, el niño se duerme. "¡Por fin un golpe de suerte!" pensó mi ilusa yo del pasado. Tal y como entro en consulta, una persona empieza a decirme que porqué está el niño dormido, que lo despierte, chasqueando sus dedos y dando palmadas. La miré confusa: "¿Despierto? Me dijeron que lo trajera dormido" "No, no. Dormido en la prueba, ahora despierto, lo queremos k.o." fueron sus palabras exactas. "¿Pero cuándo es la prueba?" pregunté estúpidamente con mis ojeras kilométricas. "Ahora mismo", me respondió alegremente mientras se iba por el pasillo. Perpleja y con mi hijo despierto, obviamente, comienzan a ponerle cables por toda la cabeza. "Vale, ahora que se duerma", me comentan 15 minutos después. ¿Es que se creen que tiene algún tipo de botón? ¿Acaso alguna vez han visto a un niño? Ni me molesto en explicar el extra-plus de sensibilidad de un niño con TEA. Como se pueden imaginar, no, mi hijo no se volvió a dormir, sino que se dedicó a llorar, patalear y arrancarse los cables de cuajo. Una hora más tarde, me informan de que me darán otra cita, para otro día y su consecuente noche sin dormir, ya que el niño "no está en condiciones de que se le realice la prueba". "No lo entiendo", empiezo yo con lágrimas en los ojos, "pero si estaba dormido, estaba dormido y lo habéis despertado vosotros". "Exacto, traerlo dormido fue tu primer error", me contestó el doctor, "el niño tiene que venir despierto, después de estar sin dormir toda la noche, para que se duerma durante la prueba". "Pero estaba dormido", repetía como una boba, "estaba dormido y si le hubieras puesto los cables dormido, hubiera seguido dormido y se hubiera realizado la prueba". "No", me contestó tajante el doctor, "tiene que venir despierto y dormirse exactamente para la prueba". "Me está pidiendo la luna", dije con la voz quebrada por el llanto. Ya no me dieron más explicaciones. Sólo otra cita, para otro día. 

Han pasado horas y sigo sin entender la falta de empatía, de tacto, incluso de comunicación y raciocinio, ante una madre que está sufriendo y un hijo que está "enfermo". Me niego a creer que este sea el único sistema para esta prueba. Me niego a creer que ningún niño se haya dormido cuando este señor decidió que era momento de dormir. Y me niego a que a mi hijo no se le haga esta prueba porque "no hay otra forma de hacerla". 

A los que puedan estar pensado que esto es una carta de odio, no lo es, adoro nuestro sistema público de salud, me parece un tesoro. Esto es un llamamiento al lado humano del Sergas, un recordatorio, de que todos somos personas y que, por desgracia, la mayoría de personas que acuden a la Residencia, son personas enfermas, asustadas y vulnerables, en busca de una respuesta a sus preguntas, de una posible solución. Claro que no hablo de todos los sanitarios, sino de aquellos que parece que odian su trabajo y pretenden demostrarlo con sus pacientes.

En palabras del Dalai Lama: "La empatía y la compasión son necesidades, no lujos. Sin ellas, la humanidad se extinguiría" y yo espero que nuestro querido sistema de salud empiece a optar por estas dos grandes cualidades para que al final, no se extinga.