Cartas al director

Obituario: Quique Torres, de aquella trapabocha a la operación ladrillo

De Torres se decía que igual te pedía un ladrillo que te daba un ladrillazo, frase contundente para quien más se caracterizaba por dar, por favorecer al desfavorecido, que por su a veces vehemencia, que en defensa de sus religiosas convicciones empleaba. Enrique Torres Vázquez, aún reciente su pasaje, es un personaje imborrable en nuestro inconsciente donde había creado marca, esa que solo suelen dejar los que se entregan por los demás, y sus causas siempre eran de más provecho para el prójimo que para si mismo. Le vimos implicado en sus años mozos con esa operación pionera dentro de lo que hoy llamamos conservación del medio ambiente que fue Trapabocha, o sea, recoger trapos, papeles y botellas que por los 70 era todo un novedoso reciclaje, cuando poco se sabía del mundo del plástico. Torres fue un adelantado dentro de la Ciudad de los Muchachos del Padre Silva donde se cocinaba y llevaba a cabo este reciclaje. Ignoro si la idea de Torres, pero es posible.

No importaba que Torres iniciase su andadura juvenil dentro de los Coscas, esa asociación católica de los jesuitas, al modo de un precedente de la Acción Católica posterior. Los Coscas tuvieron tirón en aquellos años de postguerra. Después en Acción Católica no pasaría inadvertido, pero a Torres todo ese acerbo le convertiría en un emprendedor de causas sociales que le llevarían a encabezar y crear una llamada Operación Ladrillo, que consistía en recaudar fondos para levantar un edificio, de ladrillo precisamente en Sobrado do Bispo donde las monjas llamadas del Obispo llevaban a cabo una labor de recogida de niñas huérfanas para su instrucción y recuperación para la sociedad. Torres molestaría al mismísimo sursum corda, si preciso fuera, para captar donaciones en metálico… o unos ladrillos. Esto le daría una dimensión especial que todos recordaríamos, cual fue su participación, decisiva en la creación del Club Sto. Domingo apoyando al cura Emilio Lorenzo en ese que parecía desmesurado proyecto por su magnitud, que se llevaría a cabo, a veces en perjuicio del mismo constructor por la tardanza en recibir unos pagos de esos promotores, muchas veces rebasados por sus propias previsiones.

De Torres, su sentido organizativo en Caixa Ourense donde ocuparía diversos cargos directivos, y en ideas, el primero que concibió suprimir oficinas rurales improductivas para ser sustituidas por un autobús a modo de una Caixa móvil. De algún cargo apeado, como por un escrito en clave de humor publicado en una revista mensual de la Caixa llamada Corredoira , titulado “Ramón, Ramoncín, Ramoncete”, por aludir a Ramón, director general, a José Ramón Fernández, subdirector y al delegado de zona de la ciudad los cuales formaban la comisión de Préstamos. La cosa tenía su coña, pero los afectados, que es un decir, en un primer momento se lo tomaron con humor, pero castigados sus oídos por una pléyade de aduladores, acabarían por decretar el secuestro de la revista y la destitución de todos los que relacionados con ella, entre ellos Torres, y casi a punto, el en aquel tiempo director de la Obra Social, Emilio Outeiriño, que de milagro se libraría por su cargo de censor. Torres demostraría su carácter en este episodio, que le lastraría por un tiempo en su cursus honorum de Caixa Ourense.

También Torres Vázquez no pasaría inadvertido como presidente de los jubilados, como activo promotor de sus actividades y de otras más que caber no pudieran, para no hacerme demasiado extenso.

Viudo recientemente de Carmela Cidre, fue también gestor, y sobrellevaba su pena como la que ahora tienen sus cuatro hijos con la ausencia de tan singular padre, y también sus numerosos hermanos. Hacedor de mucho, y que de merecimientos recordado, por todo un legado de bonhomía que tras de si deja.