Para un país que no está en guerra ni atraviesa ninguna catástrofe natural, Venezuela se está desangrando con la continua y masiva emigración de su población hacia otros países de acogida.
Según los últimos datos aportados por la Organización de Estados Americanos se espera que para final de año la cifra de desplazados se acerque a los cinco millones de personas, lo que representa un 15% de la población Venezolana.
Muchos de ellos pasan la frontera caminando, por la falta de alimentos, medicamentos y oportunidades. Diariamente 5.000 venezolanos pasan la frontera colombo-venezolana, y desde allí continúan su recorrido a Perú, Ecuador o Chile.
España es el país con mayor número de venezolanos, 300.000, fuera del continente americano.
Sin embargo, estos fríos datos esconden la precariedad en la que se encuentran la mayoría de los emigrantes que viven un calvario fuera de su país, así como el drama que está viviendo la sociedad venezolana en su propio país, hacia el que estamos mirando impasibles viendo su paulatina descomposición.
No sé que es lo que deberíamos como país, representante de la Comunidad Hispana en la Unión Europea y con influencia global, para ayudar a un país amigo como es Venezuela, pero desde luego mucho más de lo que estamos haciendo.
