Cartas al director

Las cosas en su sitio

Llevo unas semanas que, aunque por carácter tiendo a ser optimista siempre, me cuesta ver cosas positivas en las noticias que llegan: peleas, insultos, toques de queda, prohibición de reunirme con amigos y familiares, pandemias, intento de corromper el estado de derecho, mentiras, conspiraciones globales… Encima, en Santiago no para de llover, y hasta pierde mi equipo de fútbol contra uno ucraniano que no conocía nadie hasta que se enfrentó contra nosotros. 

Y de repente, ayer me cuentan la historia de Miquel, universitario de 18 años, sobrino de un buen amigo. Le diagnosticaron un sarcoma de Ewing. Empezó una quimio de urgencia debido a que su estado de salud cae en picado. Consiguen salvarle. Pasa un año, 15 ciclos de quimio, 40 tandas de radio, y sigue con un pronóstico muy malo y con tres tumores en el pulmón. Dice: “No tengo ningún miedo en afirmar que sí, nunca en mi vida he sido más feliz". ¿Cómo?, ¿por qué? Él lo explica: “Desde entonces todo ha sido felicidad, he visto más claro que nunca que quiero ser herramienta de Dios para hacer más feliz la vida de los que me rodean y acercarles un poco al Cielo (…), he aprendido a amar a todo el mundo, amar sin excepciones, amar sin medida. He aprendido a vivir de verdad, no a medio gas, sino con la máxima intensidad que la vida nos permite, con la marcha 6ª siempre puesta... y a valorar las pequeñas cosas del día a día: la comida, una ducha caliente, el poder hacer deporte, el dormir en su cama, una charla con un amigo, el tener la libertad de hacer lo que les guste, porque un día todo esto se puede perder. El hombre está hecho para amar y ser amado.”

Y yo repaso lo que me preocupaba y entristecía. Sonrío, y le doy las gracias a Miquel por ayudarme a poner las cosas en su sitio y valorarlas en su justa medida.