Cartas al director

Apoyo al párroco de Veigamuiños

Leo, con tristeza, en el periódico La Región, durante varios días, cómo la Diócesis de Astorga ha cesado de sus funciones a don Ángel Sánchez Cao, párroco de Veigamuiños, por unos supuestos abusos, tras recibir una segunda denuncia.

Mi intención con este artículo no es generar más polémica, establecer una controversia o llegar a cuestionar las decisiones de la institución eclesiástica. Simplemente, quiero mostrar mi total e incondicional apoyo a don Ángel. Al margen, de toda opinión, de envidia o disputa interna, quisiera que se respete su presunción de inocencia.

Yo he sido alumno del Seminario Menor San José, de La Bañeza, durante tres años, entre los años 1983-1986. Allí conocí a don Ángel, primero como profesor de Geografía e Historia y después, como tutor. Siempre exigente pero, también tolerante. Siempre docente pero igualmente amistoso. Siempre religioso pero sin duda humano. No le puedo reprochar nada. Su conducta, intachable. Su magisterio, vocacional. 

Fueron años duros, por la distancia de los seres queridos, por la disciplina escolar, por la obligatoria religiosidad. Años en los que la formación personal y espiritual de sus alumnos eran los verdaderos pilares del Seminario. Allí, la convivencia diaria y la sana camaradería eran nuestro verdadero "leitmotiv".

Don Ángel se integraba entre nosotros; al margen de los oficios religiosos también dirigía las obras de teatro o las funciones musicales para el Día de la Madre. Todo con bastante sapiencia -y aún mayor paciencia- con nuestra rebeldía adolescente. Sin ninguna duda, ni la mera sospecha o posible referencia a los "supuestos abusos" que hoy se le imputan. Don Ángel se merece todo mi respeto y consideración por su encomiable labor. A don Ángel se le debe toda presunción de inocencia mientras no se evidencie lo contrario. 

"Calumnia, que algo queda", esa es la máxima de los difamadores, de los ruines y de los débiles de espíritu. No nos dejémos llevar por la maledicencia y por el simple fariseismo.

"No juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados. Perdonad, y seréis perdonados" (Lucas, 6:37).