Cartas al director

Necesitamos pirómanos, no bomberos

En pleno verano y con un calor tórrido pido pirómanos. Y con urgencia. No me he equivocado, no me refiero al fuego material que arrasa cuanto encuentra a su paso, me refiero a otro fuego que es espiritual. Dice Cristo: “He venido a traer fuego al mundo y qué más quisiera que ya estuviese ardiendo.” ¿En qué consiste este fuego? En sentir en el corazón un fuego abrasador por amor a Dios. No es necesario señalar, por ser por todos conocido, que la situación actual del mundo es tenebrosa, apocalíptica. Me ha sorprendido el ver como en las redes sociales se relata la actualidad de muchos mensajes celestiales en todo el mundo. ¿Cómo sabremos que son celestiales? Pues por su contenido. Si piden nuestra conversión, la oración, el Amor a Dios, la adoración a la Divina Eucaristía, en fin, todo lo que conduzca a nuestra mejora espiritual podemos calificarlo sin temor a equivocarnos que su origen es celestial. Estos mensajes nos apremian a que se  manifiesten al mundo, pues el tiempo se acaba. Por tanto lo que necesitamos y con urgencia, son almas que sientan  ese  fuego abrasador del amor de Dios en su corazón. Si todos los cristianos tuviésemos ese fuego abrasador, el mundo ardería por los cuatro costados, pero por desgracia no es así, más bien todo lo contrario, hay muchos bomberos hasta en el seno de la Iglesia Católica, que quieren apagar ese fuego divino y que se manifiesta en muchos de esos mensajes celestiales.