Muchos han sido los electores que de cara a las próximas elecciones del 10 de noviembre han solicitado no recibir ninguna propaganda postal en sus buzones. Y no es para menos, pues en la próxima campaña electoral un ciudadano podrá recibir hasta 6 folletos políticos distintos. El motivo, no obstante, es palpable: hay más ideologías que antes, por lo que el afán propagandístico para llegar y convencer en cualquier rincón español no sale nada barato.
El hartazgo de los ciudadanos ante una nueva convocatoria es también evidente. Los ciudadanos exigen menos propuestas gráficas en formas de lemas y más política “eco-friendly”. Aquella política que contribuya activamente a la preservación y respeto del medio ambiente. No se trata solo de suprimir cualesquiera estrategias publicitarias en exteriores -aquellas que se emplean para adornar todo mobiliario urbano durante campañas-, sino en buscar otras alternativas de comunicación política e institucional más sostenibles para el planeta y, de paso, más directas para los ciudadanos.
Existen varias opciones sobre esto, pero se utilizan y se conocen muy poco al respecto. Por ello sería de gran referencia hablar sobre el concepto de “gobierno abierto”, alternativa eficiente que emerge como un importante canal de comunicación totalmente digital entre gobiernos y ciudadanos.
Es indispensable que hoy en día nuestra política y nuestros políticos exploten todavía más la vía tecnológica, no solamente para permitir un acceso libre a la información pública, sino para gestionar de manera eficaz el desempeño ambiental, que regule el desmesurado impacto propagandístico que cubren nuestras campañas electorales. No obstante, temas como la brecha digital, la falta de educación en las TIC o de concienciación social, hace que esta interacción se vuelva, no en todos sus casos, un papel (im)posible de (des)codificar.
