Cartas al director

Don Ningures

 Aunque los cacahuetes no sean santos de mi devoción, las cáscaras se iban amontonando a pie de mostrador, prueba de los tres pocillos de café consumidos -medidas como tapas- entre sorbo y trago de ribeiro.

En un impasse o silencio típico de mostrador, fue cuando unos locutores más contentos que unas castañuelas nos invitaban a la depresión dando las noticias con el último mensaje sanitario y el estado diario de la pandemia por autonomías lo que dio pie a que mi amigo y vecino, el más viejo de la parroquia, se ciscará bruscamente con virulencia en toda la familia del presidente del Gobierno, ministra de Sanidad y un tal afónico Simón incluido, que salían retratados.

 Y comenzó a ponerle epítetos: que si míster Trola por tener acabado por tres veces con la covid, que si don Enredos por la que está liando por Madrid y Ayuso, que si don Pikolin por el sueño que le quitaría Iglesias, que si don Plagio o don Falsificador o don Falsario por el descaro de su tesis y su “libro”, que si don Sumador por no saber dar una cifra real y total de los fallecidos por la pandemia, que si don Eficacia por tan estupenda labor en este estado de alarma y su desenvolvimiento, que si don Ahorrador de Vidas que salvó con su actuación sanitaria, don Maná por el dinero que tendremos que devolver -los pagaremos- a Europa, don Mediocridad por lo bien que lo está haciendo, don Milagrero al tratar de hacer crecer lo que pretende disminuir, don Mentiroso Patológico pues dice una detrás de otra, don Desparpajo al no tener ni pizca de vergüenza ni respeto alguno cuando bendice en “Aló Presidente”, don Farsante recibiendo aplausos en el Congreso, don Digo, Dije, Diego, don Vacunador Universal, don Presupuestos Descuadrados, don Frankenstein, don Limpio; blanqueador de la heredera de ETA… alguno más, seguro que me queda. Y lo dijo de carrerilla, como quien recita las Letanías del rosario o la tabla de multiplicar, llevando con cada don su vista y mirada al decano de los concejales del PSOE que permanecía atento y absorto -pensativo cabizbajo- escuchando como todos los demás parroquianos.

Así habló Mahoma y dijo Alá.

Y antes de invitar a su ronda, la sentenció -acabando taza y faena- que cuando todo va tan mal, no debe ser tan malo esperar y probar lo peor.