Cartas al director

Mi cárcel

A mí, personalmente, después de varios días preso en casa, no me está angustiando esta nueva y desconocida situación. Es más, la estoy considerando como una bendición al tener que dedicar todo el tiempo con ahínco e ilusión a realizar ciertas tareas que tenía totalmente abandonadas o perdidas en el amplio almacén de tareas inconclusas –iniciadas o a medio terminar- tanto mentales como físicas. Cosas todas ellas de muy variopinta relación. Así, he descubierto o encontrado fotografías y otros documentos que daba definitivamente ya por perdidos, tales, como entre otros, inicios de cuentos o novelas a medio hacer, tan perdidas que incluso he llegado a dudar de su -o mi- autoría.

Después de todo, romper con la rutina diaria siempre fue algo interesante, ya que todos somos conscientes de que estas normas son de obligado cumplimiento. Y no queda otra que acatarlas, pese a que a algunos -pongo por caso a mi cuñado que se considera casi un presidiario, y le pesan más las paredes que las cadenas de la celda- y, que después de todo no pasa de ser un estadio mental muy inferior. Claro que sí, y que le da por pensar en lo horrible que debe ser y estar en una cárcel. Pero, desde hace unos días, puntualmente a las ocho de la tarde, me divierte asomarme a la ventana, justo cuando se inicia una amplia sesión de aplausos, caceroladas y, sobre todo, las más variadas músicas que los vecinos ofrecen desde sus ventanas, acompañados del coche de La Policía Local, que también pone música y sirenas a todo tren en su recorrido callejero.

Y así, bromeando ante algo tan serio y grave, he descubierto que aquellos vecinos que siempre se han destacado en tratar de hacerse notar en muy pocas ocasiones, son ahora mismo los más activos en esos instantes de alegría y jolgorio colectivo. Pura inocencia me dice mi amigo el más viejo de la parroquia.

Pero, en fin, por un momento pienso que tampoco es imposible encontrar en las altas esferas del Gobierno gente parecida a estos mis simpáticos vecinos llenos de razón e inocencia.