Cartas al director

Gamberradas

En el año de 1920, mes de febrero, el alcalde de Negreira dirigió este escrito al comandante del puesto de la Guardia Civil: “En la noche del día de hoy fueron robadas todas las bombillas del alumbrado público; y con el fin de proceder contra los autores del delito, ruego a V. se digne practicar las oportunas averiguaciones al objeto arriba indicado”.

Ya ha llovido desde entonces, pero las gamberradas siguen siendo igual o incluso peores y sus ejecutores siguen no solo imitándolos sino pareciéndose cual dos gotas de agua. No importa que el mobiliario urbano sufra aquí en esta plaza o allá en ese paseo o jardín esta o aquella mutilación o desperfecto bien visible.

Viene esto a cuento de que hace ya algunos años, siendo mocetes, cuando la juventud se juntaba por parroquias, acordamos una noche de esas aburridas de entre fiestas veraniegas hacer una visita nocturna a la casa de una señora desprendida y harto generosa en cuanto a la moral que tenía su casucha en otra aldea.

Iba con nosotros, un recién llegado de Pescanova, al que llamábamos Capitán. Eran las primeras vacaciones de su primera marea recién estrenada. En llegando a dicha casucha que quedaba mismo al lado de un monte, se fueron en avanzadilla los mayores y más duchos en tal materia, quedando el resto en espera de condiciones y otras menudencias propias del asunto. El susodicho Capitán como tenía cartera y algo de dinero decidió sacar solo un pequeño billete y esconder la cartera en un muro de piedra que lindaba con el camino.

Después de una larga espera, por haches o por bes, regresando los parlamentarios más que satisfechos, echando por tierra todas nuestras ilusiones alegando jaqueca o algo de fiebre de la madame.

Más de dos horas nos pasamos buscando aquí y allá, entre las rendijas del muro la cartera del novato Capitán en donde guardaba toda su documentación y rol marinero.

La Guardia Civil hizo varias visitas tras la denuncia presentada por el propietario en busca de tal desaguisado. La verdad es que había quedado casi completamente deshecha haciendo incluso impracticable su tránsito por dicho camino y nadie podía imaginarse a qué fuera debido, ya que las malas lenguas hicieron circular varias versiones, todas ellas que en nada se acercaban a la realidad.

La cartera apareció por fin, pero después de tirar medio muro y eso que alguno con más sentido hubo que, viendo tal ruina aconsejó, al menos, lavarle un poco la cara.