Cartas al director

Ojo al parche

El jueves pasado al mediodía, he escuchado la Radio Municipal de Negreira cuando disertaba el alcalde sobre las recomendaciones a la vecinanza, la gobernanza y la ciudadanía de la pandemia actual o coronavirus. Todo muy bien y muy elemental. Que se le va a pedir. Es lo que hay. Ya bastante hace el pobre con recomendar lo que todo el mundo recomienda; perorata del ministro del ramo incluida.

Luego entrevista el locutor, presentador o radiofonista a cierta empresaria, costurera de profesión, que se ofrece para hacer mascarillas y precisa y ruega ayuda para conseguir algodón, -materia prima indispensable, según dice- y que está trabajando a marchas forzada con dos personas de su entorno familiar. Que necesita colaboración de otras personas y locales para poder hacer algo que sea útil, preciso y necesario.

Hasta aquí todo va bien. Pero como desconfiado que soy no logro escuchar, ni siquiera oír, al tan no neófito animador, comentador, comentarista o presentador de tal emisora municipal, que a cuanto piensa vender dicho tapabocas. O a cuanto le sale el precio de cada uno. O cuantas horas le sale o cuesta.

Dentro del alarmismo creciente, progresivo o ascendente que ambos ponen en su dramático llamamiento nadie me dice a cuanto piensa vender o cuanto le costará tal prenda. Ni por asomo.

Y uno, que es desconfiado, piensa -que yo mismo-, teniendo algunas piezas de algodón, me miraré muy bien a quién o a cuál regalaré mis sabanas para que no haga negocio a cuenta mía llevándose todo el merito y ganancia que es más propia de gentiles e infieles desde que el mundo es mundo.

En tiempos revueltos ya se sabe, y según me dice mi amigo y vecino el más viejo de la parroquia; angelitos al cielo y a la panza los buñuelos,- y apurando la taza- dale al diablo la puerta que con cualquier llave está abierta. Santos y santurrones hay muchos.

Queda todo dicho.