Aquel niño esquivaba goteras abrazado a un balón, dando patadas como nadie, y algunas noches a la cama sin cenar. Vendiendo chatarra empezó a soñar, llegó a ser el dueño de aplausos, oro y mucha plata. El niño no lo entendía, pero su cara con barba creía que sí, aún sin razón y acabó entregado, cansado de vivir como añorando las goteras y aquel balón después de este “jaque sin mate”.
Pido que te asomes de vez en cuando, aunque sólo valga... para seguir llorando.