Cartas al director

La tribu

La primera vez que me acerqué al lugar con la idea de quedarme, al mirarlo desde arriba le dije al conductor si podía parar un momento para hacer una foto. Parece un sitio estupendo para vivir.

Paró y mirándome a la cara me dijo: “no te fíes, es una hermosa jaula”. Fingí no entenderlo y proseguimos camino hacia el valle, que se veía verde con una especie de mancha marrón entre las viñas de junio. Ahí estaba por fin el lugar donde pensaba quedarme para tratar de vivir tranquilo, olvidar tiempos de lucha y vivir en paz.

Es un lugar al que cuando llegas te encuentras personas amables, sonrientes y atentas, que se esfuerzan por ayudar… Y me quedé. Hice amistades, buenas amistades, pero algo no encajaba. Había un tope, como una sensación de que, detrás del mostrador en el que todo eran sonrisas, había una trastienda oscura. Y Manolo, mi amigo, me dijo en tono serio: Oye, aquí hay tres clases de gente, “os de aquí, os de fóra e os da montaña; e ti es dos de fóra”. Por mucho que lo intentes, siempre serás “dos de fóra”. De esto hace más de treinta años. Y la trastienda donde la tribu “dos de aquí” fagocita sus miserias si que funcionando a tope de gas.

La tribu -vamos a llamarla así a partir de ahora- nace, crece y se reproduce en el valle. Sus integrantes por ello copan y ocupan puestos clave para su supervivencia, en la sanidad, la justicia, por ejemplo, pero no como personal médico o juristas de carrera, esos son “os de fóra”, que en la mayoría de los casos acceden a estas plazas porque son las que quedan y en cuanto pueden se van. La tribu se instala en puestos de oficiales de rango medio y sueldo fijo, permanecen siempre, y por mucho que una jueza o un juez que no conoce el entorno se preocupen por hacer las cosas lo mejor posible, acaba tirando por el camino de en medio so pena de no conseguir nada practico y que encima le amarguen la vida. Una vez más, la tribu decide y ejecuta.

Un servidor tiene la impresión de que en algunas ocasiones no juzga un juez,es lat ribu en la trastienda de las miserias la que trama y decide. Y si eres “dos de fóra”, apañado estás. Este servidor,tras haber pasado por esos lugares unas cincuenta y dos veces en los últimos años, puede presumir de conocimiento de causa.

Ayer he visto a un hombre delante de un edificio con un cartel en el que pide justicia para su hija. Salvo alguno “dos de fóra”, nadie le mira ya: acabará sintiéndose transparente y más que probablemente frustrado. He sentido vergüenza y pena. Vergüenza, por vivir en una sociedad que permite este tipo de cosas, y pena porque tuve la impresión de que él no es “dos de aquí”.