Cartas al director

¿Qué tendrá que ver?

¿Qué tendrá que ver el Río Grande con las células T, o una patera con la red viaria suiza? Más de lo que parece…

El presidente Biden, perro viejo de la política, ha convocado estos días su primera rueda de prensa. En ella ha declarado con meridiana claridad que no abandonará a su suerte a los menores no acompañados que esperan en la orilla mexicana del Río Grande. Esos espaldas mojadas, jóvenes o ya adultos, intentan cruzar al vecino del norte con la esperanza de comenzar una nueva vida en la que tener acceso a algunas de las oportunidades y privilegios del yanqui medio, como por ejemplo que si vienen mal dadas y la salud flaquea, un tratamiento oncológico con células T no sea ciencia ficción, sin una opción más para aferrarse a la vida.

Vida esta, la del americano pudiente con buen seguro de salud, igual de valiosa que la de tantos migrantes africanos que encuentran la muerte en nuestro Mediterráneo, navegando embarcaciones de fortuna movidos por la ilusión de quizás un día trabajar en el El Dorado alpino que es Suiza y poder permitirse una berlina alemana –de segunda mano, seamos realistas– en la que recorrer la intachable red viaria helvética.

Claro está que el hilo conductor de lo referido no es otra cosa que el vil metal. La inequidad de su repartición hace que muchos tengan que apostarlo todo a una carta para opciones en la partida. No obstante, como es bien sabido, la banca siempre gana.