Cartas al director

Perplejidad y ternura

Cada día que pasa estoy más perpleja. Ni en la peor pesadilla imaginaba que la esperada epidemia que anunciaban los científicos y médicos virólogos, tuviese este alcance cualitativo y cuantitativo.

En Madrid los sindicantos médicos acudieron al juzgado. Euskadi, con su mejor dotación sanitaria (espero que no ahora no salga la señora marquesa, la venenosa portavoz de los peligrosos populares a lanzar otra pedrada verbal) aguanta malamente. Una prima acaba de estar ingresada por otra patología. Lo mismo pasa en Cataluña. Se avecina un cataclismo si la progresión de casos graves sigue así, al menos en ciertos hospitales.

Tengo el sexto sentido sanitario con doble alerta. Le huyo a la tele por si asoma un político. Me repelen estos días. De paso me comentan que el material escasea en Galicia desde el estreno de Alberto I de Inditex y V dos peares en Monte Pío. Calentito tiene al personal, incluso a los que esperan graves a ser atendidos por otra cosa. En el quiosco un señor decía que deben comprar el cinismo por cajas. Pero los peperos, en un afan de contentar a sus votantes y fastidiar al Gobierno, se dedican a delirar pidiendo material a Madrid. Culpando al Estado. ¡Parece mentira, corean a Torra! Pero ante la vergüenza ajena que producen los políticos, están los universitarios que hacer material en impresora 3D, los que cosen en casa trajes y mascarillas, los voluntarios, los vecinos que viven cerca de Hospitales y ofrecen su casa a los familiares. El pueblo español es así, acordémonos de los vecinos de Angrois, por poner un ejemplo cercano.

Sueño con un día claro como hoy, pero en tiempo que está por venir. Espero enlace con el tiempo A.C (antes coronavirus), Mi familia en Montreal acaba de llamar preocupada al ver las imágenes de España. Como cuando los trenes, en Madrid y Santiago. Quisiera vivir con tragedias digeribles, solo eso