Cartas al director

Que nos queda ahora

Y un año después, y ya con vistas a dos años, y casi con las mismas restricciones, con distinta vida, distintos pensamientos, con otras expectativas, con planes totalmente diferentes a los que solíamos hacer... seguimos ahí, pero de forma muy diferente.

Éramos el país de los abrazos, de los besos, de la juerga, de las reuniones, de las cañitas, del baile, de los planes... Y todo eso se nos fue por la borda. Y con todo eso se nos fue también un poco la vida. La vida para los mayores porque, después de todo esto, puede ser que sean personas dependientes o a lo peor ya no estén. Para los de mediana edad, porque habrán dejado de disfrutar el momento y el ahora y, después de todo esto, probablemente les dolerá la cadera, o las rodillas o cualquier otra patología de cuando ya estás entradito en años.

Y los jóvenes, ese grupo que podía disfrutar de la vida en su mayor apogeo, o comenzar la carrera que soñaron o que podían encontrar un trabajo para ir formando su vida , una familia, comprar una vivienda... ¿qué les queda a ellos?

Un país arruinado, muchas fiestas perdidas, muchos conciertos, carreras que no podrán empezar o sin terminar porque la economía de sus padres se fue a pique y ellos ni siquiera pueden optar a un trabajo. ¿Qué nos queda después de todo este huracán que arrasó nuestras vidas?

Dicen que las personas cambian y aprenden con los golpes de la vida y esto fue un golpe a lo grande. Y aun con todo lo que digan , no hemos aprendido nada. No somos ni más humildes ni más humanos, ni más conscientes, ni mejores personas como se vaticinaba cuando todo esto comenzó. Ni siquiera aprendimos a gestionar una crisis.

También dicen que habrá que recuperar el tiempo perdido cuando todo esto termine. Pero, el tiempo que se pierde nunca vuelve.