Cartas al director

Carta a los vecinos de Florentino Cuevillas

Estimados vecinos de la calle Florentino Cuevillas: en los ultimos días algunos de vosotros me paráis en la calle para preguntarme por que diablos publiqué en La Región qué vuestra calle era no demasiado bonita o más bien “feíta”, opinión que no os sentó nada bien. Después de pasarme allí una hora, llegué a la conclusión de que teníais razón . La calle dedicada a don Florentino se abrió en los primeros años sesenta del siglo XX, ocupando terrenos de la fábrica de maderas del señor Ortiz, cuyo hijo montaría en la calle tres minicines ya desaparecidos.

Empieza en la avenida de La Habana con un bar y acaba en Sáenz Diez con una librería, lo cual no es mal comienzo ni mal final. Tiene 9 números habitados por unos 500 vecinos, 6 árboles (uno de ellos seco), 3 bares, una peluquería, una academia de inglés para niños, oficinas varias -la más grande de la Consellería de Agricultura-, dos bancos con tablero de ajedrez y de damas incluido (confieso que nunca vi a nadie jugando) y parte del suelo esta adoquinada. 

Lo peor de Florentino Cuevillas es la potente presencia de cinco contenedores de basura que destacan especialmente por lo pequeña que es la calle. Aunque en las entradas a la calle dos carteles advierten que la circulación por ella es restringida y solo para garages y carga y descarga, lo cierto es que en la media hora que pasá allí estaban aparcados 8 coches y varios más la cruzaron con total impunidad. 

Mi amigo arquitecto Santi Seara define la calle como una extensión social de la casa, como una casa un poco más amplia y compartida. Por la reacción de algunos de vosotros ante mi opinión deduzco que los vecinos de Florentino Cuevillas compartís vuestra calle, la disfrutáis y estáis a gusto en ella, lo cual ya la convierte en bonita, y por lo cual, rectifico. Don Florentino era un poco dandy, seguramente estaría encantado de teneros por vecinos, y perdonad mi osadía.