Cartas al director

Cortísimo campo de acción

n  n  n No fue mucho tiempo pero ya tenemos bastante claro por dónde irán las líneas de actuación de nuestro pequeño edil plebeyo.

Acabará con dolores de cuello de tanto mirarse el ombligo; el “rapaz” se siente tan cómodo en su poltrona que no ve como despegarse y mirar a horizontes más lejanos.

Hasta ahora todas las intenciones que de su cabeza salieron no nos dan ninguna esperanza de mejoras. Es que ni el mejor sabueso puede ver que a la ciudad se le esté dando algún tipo de empuje. Puede que el “rapaz” sea exclusivamente de centro ciudad, como alguna alcaldesa de la gran ciudad; puede que su complejo sea el de Edipo o, lo peor, que la tela da lo que da y no se le pueden pedir peras al olmo. Con recordar de qué forma llego a ese puesto puede que todo quede aclarado. 

Por doquier los vecinos vemos descuidos y necesidades en cualquiera de los barrios que uno visite, y él con su gran sequito no son capaces de ver y para más Inri se nos quiere vender un cambio en la ordenación del tráfico para darnos no se sabe qué ventajas en la calidad de vida de los peatones, sumado al cabreo de los conductores (que somos todos). El resultado más triste de esta su movida será que encima se sentirá orgulloso, como para no parar de reír ¿o llorar? Que será lo mas lógico 

Señor alcalde, la calidad de vida es otra cosa. La ciudad es mucho más que su particular “almendra.” Estamos necesitados de industria, con unas buenas comunicaciones que den a nuestra periferia dinamismo. En otra carta, este vecino ya le invito a usted a que salga del pueblo y se recorra alguna ciudades de España, que las hay ejemplares, y se copie algo de lo bueno que sus habitantes ya están disfrutando, altura de miras que se dice. Si es capaz márquese un tanto dejando una huella lo más positiva posible, los ourensanos nos lo merecemos

Con lo que nos cuestan usted y su séquito deben de tener suficiente para irse en algún que otro viaje productivo, pues las acciones tomadas hasta ahora solo conducen a alimentar la gran decepción, que con el tiempo se volverá en fatal resignación con el coste irreparable de cuatro años perdidos a un precio altísimo.

Bájese al ruedo y escuche al pueblo, se sorprenderá que no somos tan tontos como nos quieren hacer. Abra el diafragma, ponga otra lente en su objetivo, otro prisma que le haga ver con más claridad