Cartas al director

Cosas que pasan

La naturaleza en lo tocante a las condiciones humanas es irrefrenable e incorregible, más bien simplificando se puede decir que es lo que es, pero si alguien se empecina en dominarla o manejarla motivada por no se sabe que intereses, a veces es solo la necesidad de fama o alguna ansia de popularidad al querer arreglar lo único que consigue es el efecto contrario.

Algo parecido le está ocurriendo a nuestra ministra de igualdad Irene Montero. Después de no hacer nada reseñable como para merecer una disculpa parece que le están creciendo los enanos. Después del gran patinazo en lo que parecía su terreno controlado ella sacando una ley que más bien resulto la antiley, sigue contoneándose altiva y sobrada de razón hasta vapulear a sus señorías los sufridos jueces, que a estas horas no se acaban de creer la de mierda que les está salpicando sin comerlo ni beberlo, parecen ser los culpales de la puesta en libertad de una cantidad de momento indeterminada de violadores y maltratadores.

Esta ministra, mujer de otro fracasado ministro se metió en un berenjenal del que seguro que saldrá airosa sin bajar ni un nivel su ego personal, suele pasar con los patinazos de cuantos ministros han metido la gamba, su presidente no va a tener valor de sacarla del puesto.

La diferencia en este caso es que una vez que se pase la cortina de humo que trata de poner con su ataque frívolo a los jueces una vez disipada a las víctimas no les va hacer ni gracia cruzarse en calle con sus agresores y más a sabiendas que la causante es un señorita llegada a ministro por no se sabe bien que carambola ¿o sí? Señora ministra usted tenía que hacerse notar de alguna manera, y vaya si lo consiguió, si es que le queda mecha trabaje a favor de la defensa de las victimas pero no haga usted lo que no sabe, esto es, no haga leyes por favor.