Cartas al director

Igualdad, pura utopía

¡Igualdad, igualdad! siempre sonó a igualdad allá donde se produjera y lo dijera quien lo dijera tiene un bonito fondo claro que sí.

Es una palabra demasiado grande e importante como par tomárnosla a la ligera y sobre la que nadie puede apropiarse ni hacer estandarte. El deseo es bueno y necesario para un progreso, pero de ahí a considerarse uno con derecho a tal beneficio hay un gran tramo de camino que muchas veces movidos por intereses parece que tratamos de saltarnos algo de vital importante como es el merecimiento.

Siempre es de fácil recurrencia ponerse encima de unos derechos que aparentemente uno puede disponer aun cuando no hubiéramos hecho ningún mérito para conseguirlos que mirarse dentro y reconocer que esos derechos no dan el nivel necesario para tomar parte de esa deseada igualdad.

Solo hay que mirar alrededor de uno para darse cuenta de que las diferencias tienen que existir, pues aun partiendo del mismo punto de oportunidad dos personas no evolucionan al mismo ritmo, una gestiona mejor que otra su inteligencia se esfuerza más en cada cometido, pone más espíritu de sacrificio en cuanto la otra se deja llevar por otra escala de valores aun a sabiendas de que no va a conseguir el mismo techo que la ha empleado mejor su tiempo.

Los derechos están ahí, pero en los tacos de salida como los atletas en una prueba de velocidad pero uno cruza la línea de meta antes, todos tienen los mismos derechos, disfrutan de la igualdad pero algunos se sacrificaron más en hacer una buena preparación y ganan, no sería justo que todos cruzaran la meta al unísono. El que estuvo rascándose la barriga no tiene derecho a disfrutar de la victoria como el sacrificado, el que vive una mala vida no puede demandar salud como el que se cuida. No todos somos igual de capaces como para agarrarnos a esa utopía que es la igualdad

En lo tocante a la economía gran motor de la vida ocurre y es bueno que ocurra que alguien destaque, eso es un aliciente para el progreso, quien movería el mundo si la gran maquinaria de hacer riqueza se paralizase por ver trasquilados sus objetivos contemplar el vago que tiene al lado montado en unos derechos de fantasía estuviera disfrutando de igual a igual sostenido por una igualdad que nunca se ha merecido. Que sería de las industrias de no ser por esa necesaria codicia que motiva al buen empresario a crear empleo y poner un eslabón tras otro, si le trasquilamos sus alas para que un decretázo les diga que tienen que repartir por aquello de que todos somos iguales.

El que vale tiene más derechos y eso se puede hacer extensivo a todas las facetas de la vida, es necesario crear estímulos para que progresar tanto al que va delante para que siga creando riqueza, como al rezagado para que arranque y quitarle de la idea esa falsa igualdad mal prometida la cual ante todo tiene que merecer y así reducir su particular desigualdad. A no ser por la fuerza nunca seremos iguales ni falta que nos hace.