Cartas al director

Repetir errores

Los ciudadanos parece que estamos condenados a repetir errores. El problema de la utilización del idioma en Cataluña ha sido desde siempre un tema que no ha encontrado soluciones satisfactorias para nadie. Detrás del llamado “problema lingüístico” se enmascara el tema de la plurinacionalidad del Estado español. La lengua es sólo la punta del iceberg que oculta un cierto supremacismo de lo catalán.

Para unos se trata de que todos dominen el castellano y el catalán indistintamente, con plena capacidad. Garantizarlo es una función fundamental del Estado. Opinan otros que Cataluña es una nación y como tal ha de tener “su” idioma propio como preferente y, según los casos, dominante. Y de alguna manera “su” Estado. Lo “otro” es subalterno, accesorio. Sin duda, se ha de fomentar la pluralidad lingüística como una necesidad de la cultura comercial, en un mundo globalizado para poder intercambiar productos. En ese extremo, todas las dificultades se sortearán. Pero el 3% del que habló gráficamente Pascual Maragall no es sólo un problema lingüístico, ni estrictamente económico, sino un problema supremacista de una generación “política” que va más allá. Se percibe a sí misma, como un grupo histórico único capaz de cambiarlo todo su favor.

La coyuntura socioeconómica obliga a modificar las estrategias a seguir, pero no los objetivos. Durante toda la Transición ha habido muchos cambios, pero el objetivo final ha estado siempre claro, gobernase Pujol, Maragall, Montilla, Mas o Puigdemont: conseguir más autogobierno. Lo de la independencia ha sido una equivocación que ellos mismos tendrán que corregir más pronto que tarde. En los momentos difíciles, la comprensión es una virtud política capaz de allanar todas las montañas. Pero la necesaria comprensión en ningún momento quiere decir connivencia. 

Toda generación surge de un cambio en los parámetros sociales, esto no implica que sean producto de la acción de un grupo generacional. Las generaciones no están compuestas solo por aquellos que viven el momento del cambio histórico en la etapa de formación, sino que hay una vivencia de este cambio incluso cuando éste ya ha pasado. El impacto que da sentido a una generación, no solo no se produce de manera igual entre todas las personas que forman el cuerpo social en el momento de producirse el cambio, sino que también se transmite en el tiempo a todas aquellas personas que nacen posteriormente,

Un mundo globalizado con una dependencia total de nuevas tecnologías obliga a otros planteamientos superadores del Medioevo. El Estado moderno obliga a movernos en un pacto de progreso para la convivencia con otro sentido de la libertad y del respeto a los otros.