Cartas al director

María y Los Ángeles

De entre todas las advocaciones de la Virgen, abundan las que expresan los más hondos sentimientos humanos: Amor, Caridad, Esperanza, Alegría, Tristezas, Penas, Amargura… y en el siglo IX, una nueva advocación entrañable, la de los Ángeles. Esta la escogió un hombre humilde y sencillo, Giovanni que había nacido en un pueblecito italiano llamado Asís y que se convirtió un eslabón de la vuelta a la pobreza austera y real que necesitaba la Iglesia Católica. 

Ese hombre eligió para sí el nombre de Francisco, y para la Madre de Dios, el de unos misteriosos seres que no solo habían protagonizado las reflexiones teológicas durante la Edad Media, sino que además procedían de una tradición mucho más profunda, pues ya las culturas paganas de miles de años atrás habían adorado ángeles por ser mensajeros de sus dioses. Platón había hablado ya de ángeles guardianes que protegían a los hombres; esta acepción, a través de San Jerónimo, la tomo el cristianismo para sus ángeles llamados de la guarda o custodios. 

A todos ellos, en cualquier caso, los había visto aquel joven Giovanni que se rebeló contra su destino de guerrero y de hijo de rico y que se rebautizó con el hombre de Francisco, porque su padre lo apodaba así: “el francesito”, tras volver de sus negocios telares por sus admiradas tierras francesas. Debido a su veneración por los ángeles y a su amor por la Madre de Jesús, aquel recién convertido Francesito se dedicó a reconstruir una pequeña iglesia conocida como la Porciúncula, que consagró a Santa María de los Ángeles; éste, que se había enamorado de la libertad de los pájaros y que recordaba, lleno de vida, aquel mensaje del propio Cristo: “Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros, y sin embargo, el Padre celestial las alimenta. ¿No son ustedes de mucho más valor que ellas?”. 

Hace muy poco, el papa actual, de nombre precisamente Francisco, en honor del pobrecito de Asís, ha insistido en que el Ángel de la Guarda existe, y que es un compañero que Dios ha puesto a cada uno en el camino de la vida. Jesús dijo: “Yo envío un ángel ante ti: para custodiarte, para acompañarte en el camino, para que no te equivoques…”.