Cartas al director

¿Dónde quedaron las charlas del café con los amigos?

Hoy escribo esta carta con la intención de provocar un efecto de reflexión en todos aquellos que tengan a bien leer la misma, pues hay algo que me atormenta en los últimos tiempos: ¿dónde quedaron las charlas de café?, ¿en qué momento cambiamos al amigo por una pantalla brillante y ruidosa?

Tengo por costumbre merendar con mi grupo de amigas, ya entradas en años, todas las tardes de la semana en una cafetería del barrio. Mientras nosotras comentamos el día, escuchamos los problemas de las demás, nos reímos con la última ocurrencia de algún nieto o simplemente cotilleamos sobre la vecina del quinto mientras los chavalillos más jóvenes, reunidos en torno a otra mesa más, agachan sus cabezas concentrados y atraídos por el resplandor de su teléfono.

Me pone muy triste no escuchar las carcajadas sonoras de antes e incluso recuerdo con cariño las regañinas que me tocaba echar a aquella pandilla que, sentada en el banco del parque, llenaba el suelo de cascos de pipas: allí a la fresca podían pasarse horas riendo, discutiendo, soñando juntos.

He prohibido a los míos que los domingos utilicen los aparatos cuando lleguen a mi casa: yo pongo el mantel, el menú y las normas. Quiero oírlos discutir, a voces si hace falta, pero no soporto el silencio angustioso que las tecnologías han traído consigo.