Cartas al director

Obiturario: Carta para Ella (Pilar Seara Conde)

Una tarde de sol del mes de abril, un par de niños miran expectantes a través de la valla del jardín de la guardería. La esperan a ella para que les lleve a su legítimo lugar de juegos. 

De camino a aquella finca de piscina y columpios, ella les avisará del momento exacto en que pasen delante de la casa de los siete enanitos y de la mansión “Willy” Fog. Así son los viajes de aquellos niños porque estamos en Galicia, tierra de realismo mágico y de abuelas. 

Aquellos niños, que pronto fueron tres, aprendieron con ella algunas de las cosas más importantes de la vida. Aunque sobre todo, ella les enseñaba con su ejemplo a ser, sencillamente, buenas personas. Esto lo haría, a la postre, hasta el ultimo segundo, del ultimo minuto de sus 93 años de vida. 

Aquellos niños, que ahora ya eran cinco, inauguraban veranos en la terraza de la habitación de ella, proclamaban fiesta nacional el día en que cada año colocaban el árbol y el belén en aquella casa de un octavo piso de la calle de La Habana y fueron reinas, pitufos, superhéroes y hasta el conde Drácula por los miles de kilómetros de tela que pasaron por las manos de ella. 

Para aquellos niños, que terminaron siendo nueve, todo aquello configuró un mundo que ahora toca a su fin. Ella era su abuela y se nos ha ido de entre las manos como granos de arena que creemos infinitos, con la sensación de haber conocido a una persona buena hasta el último poro de su ser.

La llamaban la abuela Pili. Cuatro letras como cuatro soles. Cuatro soles porque uno solo no alcanza para emitir la luz que ella imprimía en los rostros de las personas que tuvieron la suerte de conocerla. El fenómeno extraño al que asistían aquellos niños es que era ella la que se iluminaba cada vez que les veía. Aquellos niños que hoy lloran una despedida nunca olvidarán esa sensación extraña de iluminar un sol de cuatro letras y 93 años. 

Hoy, aquellos niños no son tan niños. Son hombres y mujeres que todavía no se creen la suerte que han tenido, aunque cada segundo de esa suerte lo emplearán en recordar a alguien que nunca habló mal de nadie y que educó y crioa seis hijos tan impresionantes como ella. 

Uno de esos niños, no importa cual, les ha escrito a ustedes esta carta para que entiendan que, a partir de hoy, hay que ser aún mejores personas porque la Bondad ha perdido a su Emperatriz, Pilar Seara Conde.