Cartas al director

Merche Mazaira

Cuando una persona normal nos deja, cuando en el resumen de su vida destaca fundamentalmente su humanidad, su capacidad de querer y hacerse querer, de generar empatía a raudales; cuando lo mejor que se puede decir es que fue un ser bueno y generoso, capaz de mantener su criterio y su personalidad, estamos hablando de alguien que supo entender su paso por este mundo y de encontrar su lugar en la familia, en la mistad y en la sociedad.

En la trayectoria de Merche Mazaira destaca su universalidad, entendida como posiblemente solo un orensano emigrante puede entenderla. En su veinte años parisinos, junto a Emilio, fue una adelantada de Galicia, de lo mejor de esta tierra, Madre y Señora. Allí colaboró con Luis Carballo, con aquella Galicia Moda que hizo que nuestra industria fuese admirada en el mundo entero y que todavía hoy sea una pieza esencial en la gran historia del textil y del marketing.

Merche fue una persona muy competitiva, lo demostró en los diversos deportes que practicó: golf, pádel, tenis..., y una enamorada el arte.

Merche fue todo eso, y además una excelente compañera, esposa y madre, amiga esencial, compresible y cariñosa, anfitriona culta y excelente, siempre con una sonrisa, las palabras justas para cada ocasión y la discreción más absoluta. Ella era una mujer maravillosa, elegante e irónica, generosa. Así, destacó en su hogar, en ese lugar entrañable, que solo las grandes damas saben construir con un estilo propio para ofrecerlo a los demás. Es inolvidable.

El espíritu de Merche permanecerá en cuantos la conocimos. Su legado es la lección de haber aprovechado cada día para sonreír. Su normalidad será la que nos permita recordarla cada día como ella fue: una gran señora, esposa, madre y amiga.