La Región

Chandrexa de Queixa se abona al verde esperanza

Miguel Cao

El incendio de Chandrexa de Queixa, en cifras

Hectáreas calcinadas

23.036

Concellos afectados

Chandrexa de Queixa, Vilariño de Conso, Manzaneda, Laza, Montederramo, O Bolo y A Pobra de Trives

Días activo

24 (desde el viernes 8 de agosto hasta el domingo 31)

Efectivos movilizados

23 técnicos, 189 agentes, 238 brigadas, 138 motobombas, 21 palas, 17 unidades técnicas de apoyo, 34 helicópteros, 30 aviones y efectivos de la UME

El municipio fue el punto cero de la ola de incendios que arrasó la provincia este verano. El fuego se extendió con rapidez y se acabó uniendo al de Vilariño de Conso, afectando en total a 23.036 hectáreas

El olor a quemado aún está muy presente en las carreteras de Chandrexa de Queixa. En este municipio se produjo el primer fuego de la ola de incendios que puso en jaque a la provincia durante prácticamente todo el mes de agosto.

Empezó en la parroquia de Requeixo el 8 de agosto y desde el inicio asoló el Macizo Central. Durante las primeras horas hubo varias ocasiones en las que parecía que el fuego se iba a controlar, sin embargo, llegó el viento y el incendio se desbocó. El número de hectáreas comenzó a aumentar a una velocidad trepidante, lo que provocó que se acabasen uniendo los fuegos originados en las parroquias de Requeixo y Parafita -ambas en el municipio de Chandrexa- con el de Vilariño de Conso.

En total, las llamas afectaron una superficie de 23.036 hectáreas, de las cuales 20.636 se corresponden con monte raso y 2.373 con arbolado.

“El incendio empezó arriba de todo, en las últimas montañas, y ahí estuvo ardiendo dos o tres días y no lo apagaron. Empezó un viento muy fuerte y el fuego giró, bajó abajo hasta el río y lo superó llegando hasta aquí (la aldea de Paradaseca) y se dividió, uno fue hasta Cabeza de Manzaneda y el otro tiró para abajo hasta el resto de pueblos”, relata Dina Pérez.

En este sentido, explica que el fuego se desbocó por el viento y acabó rodeando Paradaseca. “Llegó en 20 minutos”, explica.

Los resquicios todavía son visibles en esta aldea, además de estar rodeada por un paisaje negro también dejó calcinada una vivienda, la cual estaba habitada, ya que los dueños residen en Barcelona, pero estaban en Chandrexa de vacaciones. “El fuego llegó hasta el pino y luego no había salvación”, señala Pérez.

Ella reside en Barcelona, pero pasa los veranos en Chandrexa, algo que es muy común en esta zona, que recibe en la época estival a muchos visitantes llegados del resto de España, especialmente desde Madrid y la Ciudad Condal.

José Luis Lameiro también vivió en Barcelona y además en Zaragoza por cuestiones laborales, pero hoy en día disfruta su jubilación en la aldea de O Chao (Chandrexa), donde estaba cuando llegó el incendio a gran velocidad.

En su caso se fue a dormir el 12 de agosto a las 23,30 horas, cuando el fuego estaba en las montañas, y hora y media después una vecina le llamó al timbre para avisarle de que ya había llegado. “Tuvimos que salir todos los vecinos con las mangueras a apagar las llamas”, asegura. “Fue algo exagerado, nadie del pueblo recuerda un fuego que llevase tal velocidad”, añade.

“Lo pasas muy mal porque produce una sensación de impotencia, ya que, a la velocidad que venía, no puedes hacer nada”, confiesa. En su opinión cree que este incendio se produjo por varios factores como el fuerte viento o que la lluvia llevase dos meses sin hacer acto de presencia. “Ardía hasta la tierra”, recuerda Lameiro. Además, el incendio lleno el municipio de humo. De hecho, en su caso caso tuvo que acudir a un centro médico por problemas en la garganta o los oídos.

Lameiro cuenta que le va a proponer al alcalde que por Navidad regale a cada vivienda un par de “batelumes” y ponga tomas de aguas. “Ha sido un desastre, algo nunca visto”, incide. Además, pone el foco en la importancia de cuidar al ganadero y al agricultor. “La gente se piensa que es abrir la nevera, coger la comida y ya está, pero no, hay que producirla y por ello debemos cuidarlos, si no no vamos a tener que comer”, asegura.

Un milagro en la capilla

Las llamas también acecharon la capilla de la virgen de Guadalupe, pero finalmente no resultó dañada a pesar de que el perímetro luce quemado. “El fuego llegó aquí y alguien debió decir: ‘Alto’. Y se paró porque si llega a alcanzar la puerta de madera…”, apunta Lameiro. “Aquí no vino a sofocar nadie porque estábamos todos abajo apagando”, añade.

Horas más tensas

La rápida propagación de las llamas en Chandrexa de Queixa durante el 12 de agosto provocó que el fuego llegase a la Estación de Manzaneda, uno de los motores económicos de la provincia al recibir miles de visitantes cada año.

Allí se estaban desarrollando campamentos de verano en los que estaban presentes más de 100 menores. Ante la amenaza de las llamas, tuvieron que pasar la noche confinados, siendo trasladados en autobús la mañana siguiente hasta el Parque Acuático de Monterrei, donde fueron recibidos entre lágrimas y abrazos por sus familiares.

En esas horas críticas también se tuvo que evacuar a 25 grandes dependientes de la residencia municipal de Chandrexa de Queixa. Fueron trasladados a un centro de mayores ubicados en la ciudad con el fin de protegerlos.

Ha pasado casi un mes desde que se iniciase en Chandrexa de Queixa una pesadilla que duró hasta el 31 de agosto, día en el que se extinguió el incendio. Ahora, al despertar de ella, los vecinos se ven impotentes ante la pérdida de un tesoro natural que las llamas vistieron de negro, aunque sueñan con volver a ver su tierra verde tal y como lucía cuando se enamoraron de ella para siempre.

“A mis 92 años nunca había visto esto”

A Juan Núñez, vecino de Paradaseca, le pasó una llama por encima

cuando se encontraba regando el terreno con una manguera para proteger una caseta.

Juan Núñez tiene 92 años y lleva una vida activa, tal y como se desprende de una de sus grandes pasiones: andar en bicicleta. Vive en un lugar idóneo para ello, ya que la aldea de Paradaseca se ubica en una zona montañosa idílica para los amantes de las dos ruedas. Sin embargo, el paisaje verde que tanto disfrutaba viéndo mientras andaba en bicicleta es ahora negro. “Estoy vivo de milagro”, confiesa tras haber visto de cerca como las llamas acechaban su pueblo.

Él se encontraba a la una de la mañana en casa cuando llamaron al timbre. “Pensé, ¿quién va a llamar a esta hora?”, relata. Al bajar vio a su hermana y esta le pidió que corriesen ante el peligro del fuego. “Nos quedamos aquí, mi cuñado fue a salvar su casa y yo esto (la caseta cercana a su vivienda)”, recuerda.

Cuando se encontraba con una manguera regando para salvar una caseta muy cercana a su casa. “Vino una explosión como una bomba, pasó una llama por encima de mí tan ancha como esta carretera”, recuerda. En su caso se quedó momentáneamente sin capacidad de visión y salió del lugar como pudo.

Además, explica que había mucho viento, lo que hizo que el fuego llegase en apenas 20 minutos de la montaña al pueblo. “Había un tornado de aire con el que no te aguantabas de pie”, explica Núñez. A sus 92 años nunca había visto un fuego de estas dimensiones. “Aquí ha habido incendios grandísimos, pero uno como este nunca”, asegura.

Paradaseca

A escasos metros de su casa se encuentra el núcleo de Paradaseca. A principios de septiembre luce ya prácticamente vacío, pero días antes esta zona estaba llena de visitantes provenientes de otras partes de España. Ahora, el silencio habitual invade cada rincón de esta aldea, que solo se rompe con los ladridos de los perros que hacen de guardianes. Sin embargo, durante prácticamente todo agosto la calma fue perturbada continuamente por sonidos de sirena y aviones sobrevolando la zona.

Finalmente, en la aldea se quemó una vivienda, la cual está fuera del núcleo, protegido por tierras trabajadas en las que pastan vacas.

Así se aprecia desde el aire el incendio de Chandrexa, que afectó a 23.036 hectáreas

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