La Región

El fuego que cortó la A-52: “Foi como a bomba de Nagasaki”

Miguel Cao

El incendio de Monterrei, en cifras

Hectáreas calcinadas

23.763

Concellos afectados

Oímbra, Monterrei, Cualedro, Verín, Laza, Trasmiras, Castrelo do Val, Baltar y Xinzo

Días activo

Veinte (desde el martes 12 de agosto hasta el domingo 31)

Efectivos movilizados

18 técnicos, 175 agentes, 241 brigadas, 153 motobombas, 6 palas, 8 unidades técnicas de apoyo, 18 helicópteros, 34 aviones y la UME

El incendio que se originó en la parroquia de A Granxa (Oímbra) se acabó convirtiendo en el segundo mayor de la historia de Galicia tras arrasar 23.763 hectáreas y afectó a un total de nueve municipios

La parroquia de A Granxa (Oímbra) fue el punto cero del segundo mayor incendio de la historia de Galicia. Arrasó 23.763 hectáreas, afectó a nueve concellos -Oímbra, Monterrei, Cualedro, Verín, Laza, Trasmiras, Castrelo do Val, Baltar y Xinzo de Limia-, dañó varias viviendas, aisló Ourense de la meseta con cortes en la A-52 y dejó a varios efectivos heridos, uno de ellos -de 18 años- con más del 50% del cuerpo quemado.

El calvario empezó el 12 de agosto, sobre las 14,30 horas, al iniciarse unas llamas en A Granxa que se propagaron rápidamente por las altas temperaturas y el fuerte viento. Tampoco ayudó la orografía de la zona, que cuenta con un monte con pendientes pronunciadas, una dificultad añadida para los efectivos antiincendios

Ese primer día se realizó un importante esfuerzo para controlar el fuego, pero la virulencia de las llamas neutralizó las labores de extinción y dejó tres brigadistas del Concello de Oímbra heridos, entre ellos un joven de 18 años con más del 50% del cuerpo quemado. “Foi un David contra Goliat”, lo definió Joaquín Francisco, vecino de As Casas dos Montes, en la parroquia de A Granxa.

El fuego avanzó imparable por toda la comarca de Monterrei durante prácticamente 20 días, ya que no se extinguió hasta el 31 de agosto. A su paso, arrasó 23.763 hectáreas -14.491 de monte raso y 9.273 de arbolado-, dañó múltiples edificaciones -calcinando varias de ellas por completo- y acabó uniéndose con el incendio originado en Gudín (Xinzo de Limia).

Uno de los lugares más dañados fue A Caridade (Monterrei), una aldea que estuvo rodeada el 13 de agosto por unas llamas que devoraron casas y coches, borrando de un plumazo recuerdos que ahora solo podrán permanecer vivos en la memoria de los vecinos, muchos de los cuales lo perdieron todo.

Fue el caso de Samuel Vieira Justo, hijo único de 42 años, a quien las llamas le dejaron sin el hogar familiar que construyeron sus abuelos y en el que residió toda la vida, y también sin su coche. Toño García Justo, su primo, también se encuentra en la misma situación. A sus 57 años se ha quedado sin la casa en la que vivía, y el fuego afectó también a otras propiedades de su familia.

“Foi como a bomba de Nagasaki”

Otra de las aldeas que se vio rodeada por las llamas fue Bousés (Oímbra), ubicada cerca de la frontera con Portugal. “Isto foi como as bombas de Hiroshima y Nagasaki, os kilómetros e kilómetros de monte que hai queimado…”, señala José Manuel Fírvida. “Menos mal que non se queimou a aldea, ardeu arredor das casas, pero non lle afectou a ninguna, aínda que os castiñieros arderon todos”, explica Manuel Palanca, vecino del pueblo.

Palanca señala que esos días vivieron momentos muy malos. “Foi unha penuria todo, as chamas estaban a máis dun kilómetro e en dez minutos xa estaban aquí, nós co coche vindo para arriba e o lume detrás nosa”, recuerda. Esto fue provocado por el fuerte viento, que expandió el incendio a gran velocidad.

“Non pasou ata a aldea porque o apagamos”, cuenta Palanca. “É unha aldea que é única, a xente que pode cada vez que ve lume vai en masa a apagalo”, añade.

Uno de los que no pudo ayudar en las labores de extinción fue Manuel Álvarez, quien se sintió impotente al comprobar que su pierna derecha le impedía colaborar con sus vecinos. “Non saía da placiña que hai más abaixo porque non podía axudar ao non poder moverme, pensaba que se ía igual caía e collíame o lume. Levávame o demo por botar unha man, pero non podía, iso si, traballou todo o mundo, tamén os bombeiros de Portugal”, explica.

Rescate "in extremis" en Santa Baia, Cualedro

El incendio en la comarca de Monterrei dejó un rescate más propio de una película que de la vida real. El 13 de agosto, tres personas se quedaron atrapadas a merced de las llamas en una explotación ganadera de Santa Baia (Cualedro). Tres agentes de la Policía Nacional, uno de ellos fuera de servicio, acudieron hasta el lugar, pero no los encontraron. Las duras condiciones -tuvieron que refugiarse varias veces en el oxígeno para coger aire- provocaron que abandonasen el lugar.

Cuando se estaban yendo, en el camino los paró una mujer, quien reconoció a uno de los agentes: “Por Dios, no os vayáis que mi hermana Elena está atrapada y creo que mi hermano César también”, les suplicó. Su insistencia hizo que uno de los policías llamase a César por teléfono. Este cogió el teléfono y le imploró: Por favor, venid a sacarnos de aquí que nos estamos muriendo, la granja está ardiendo y no podemos respirar, traed una motobomba que nos morimos”.

Sin pensarlo, los tres agentes de la Policía Nacional volvieron a entrar en la granja. Cuando se aproximaron a la puerta, mediante señales acústicas, avisaron a las tres personas atrapadas de su posición. Estas salieron y fueron introducidas con celeridad en el vehículo, el cual abandonó rápidamente el lugar entre una densa columna de humo y la proximidad de las llamas.

“A aixada perdida tena Alfonso”

Un cartel en Bousés indica al propietario de una azada perdida en los incendios que asolaron la parroquia dónde encontrar su herramienta: la tiene Alfonso.

Los resquicios de las llamas son muy visibles en la parroquia de Bousés (Oímbra): monte ardido, leña quemada o árboles escuálidos. Paseando por las calles de este precioso lugar, cuyas casas, por fortuna, no se vieron dañadas por el fuego, un cartel llama la atención de los viandantes. Está pegado sobre la madera y las letras rojas impregnadas en el fondo blanco del folio provocan que los ojos miren irremediablemente hacia esa dirección. El mensaje es conciso: “Se alguén perdeu unha aixada os días do lume, tena Alfonso”.

Este aviso muestra una situación paradójica: cuando se está en la lucha para impedir que todo se pierda, alguien es capaz de pensar en un detalle como en una herramienta perdida y en tratar de encontrar a su dueño.

El texto, pese a que es muy breve, refleja muchos detalles sobre este pueblo y la enorme comunión entre los vecinos. No hace falta poner el apellido de la persona que tiene la azada, todos conocen quién es, tampoco su dirección, ya que saben dónde vive. Un trato familiar entre los habitantes también se reflejó en los incendios, donde hubo una gran unión para luchar contra las llamas.

Efectivamente, preguntando en el pueblo todos saben indicar cuál es la casa de Alfonso. “Es allí abajo, aquella casa que se ve en el medio. Es muy majo y muy trabajador”, indica un hombre. Según cuenta otro de sus vecinos, el cual prefiere que no se publique su identidad, Alfonso fue una de las personas que más ayudó en la lucha contra los fuegos, además de su esfuerzo -estuvo hasta altas horas de la madrugada ayudando en la extinción- también destaca de él su tenacidad y conocimientos para combatir las llamas.

“Hice lo que tenía que hacer”

“Todos los días fueron a tope, hice, ni más ni menos, lo que tenía que hacer”, recuerda Alfonso Álvarez. Él es de Bousés de toda la vida y, aunque vivió otros fuegos, nunca uno como el de este verano. “Hubo muchos incendios aquí, pero uno tan seguido dando vueltas no se había visto hasta ahora”, explica.

El fin de semana aún tenía en su casa la azada, ya que su propietario aún no ha ido todavía a buscarla. Seguramente, el dueño la perdió uno de los días de lucha contra el fuego. “Había mucha gente y no sé quién la guardó dentro del coche, que estaba allí cerca del incendio”, explica Alfonso Álvarez.

Monterrei, radiografía del segundo incendio más extenso: 23.762 hectáreas

Fotos: Miguel Ángel, Lucía Otero y William Andrew

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