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La agencia Magnum, que lleva el nombre de aquel detective ficticio que salía en televisión en los 80, es uno de los negocios privados que se dedica a perseguir infieles, fraudes laborales o averiguar si los hijos de los contratantes se drogan en la ciudad. Sus servicios cuestan de 600 euros en adelante, pero siempre con un resultado certero.
Pedro (nombre ficticio para proteger su identidad) tiene 33 años y estudió un curso de tres años para dedicarse al negocio de la investigación privada. España es el país que más formación exige, pero al margen de los estudios es muy relevante la astucia personal. En su agencia, una de las cuatro que hay en la ciudad, reciben cerca de 100 casos al año para investigar, sobre todo en materia de fraudes laborales.
Es un trabajo “muy sacrificado” porque la vida del detective se convierte en la de la persona que observa durante el periodo de espionaje. “Si se va de copas de noche, nos vamos de copas al mismo bar o si se va de viaje, tenemos que hacer la misma ruta”, explica. El espía está siempre lo más cerca posible, hasta el punto de verse infiltrados en cenas de trabajo, ir a una oficina como trabajadores de empresas o incluso peregrinar con todo el equipaje.
Uno de los servicios que ejecutan los detectives, un 20% del total, es el de averiguar si un miembro de la pareja engaña a la otra. El perfil del contratante en estos casos varía aunque suelen ser mitad hombres y mitad mujeres, sobre todo de más de 40 años. “Hay una peculiaridad y es que el hombre en un gran porcentaje de los casos acierta. En el caso contrario, son muchas veces sospechas y lo que descubrimos es que el pariente se dedica a ir al bar o semejantes”, explica Pedro.
Además, desde Magnum destacan que cada año la infidelidad se convierte en la especialidad navideña, “las fiestas y el alcohol siempre ayudan más a estas cosas”.
¿Qué lleva un investigador privado encima? “No vamos con gabardina ni le hacemos dos agujeros al periódico para ver a través de él como en televisión”, señalan desde Magnum. Sin embargo, si que van equipados con cámaras y algunos elementos de camuflaje. “Yo siempre llevo, por ejemplo, una gorra. Esn una forma fácil de cambiar de aspecto”, asegura el detective. También llevan una identificación del Ministerio de Interior que les habilita y diferentes conjuntos, según hacia donde se dirijan: “Si voy a una zona universitaria, me llevaré una mochila”, explica Pedro.
Pese a que saben cuanto acercarse y donde parar, a veces surgen problemas y los investigadores son detectados. “Nos han llegado a amenazar y nos hemos visto en peligro por ejemplo al tratar temas de drogas. Sin embargo, no paramos”, explica. “Galicia es un territorio muchas veces complicado. Por ejemplo, en zonas rurales nos pueden conocer con facilidad”, relatan en Magnum.
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