Ana Pardo: “Trabajamos con ellos para evitar víctimas de maltrato"

Ana Pardo es la responsable de la terapia para rehabilitar a condenados por violencia machista

nnnCasi un millar de condenados por violencia de género en Ourense han tenido que someterse a terapia durante 10 meses, por decisión judicial, para no ir a prisión. Se trata del PRIA-MA, un programa de intervención para sentenciados con penas inferiores a dos años y sin antecedentes. En Ourense, funciona desde 2007, con una media de 60 personas al año. En estos momentos, hay cuatro grupos en marcha con ocho maltratadores cada uno.

Ana Belén Pardo López es la psicóloga que comanda esta intervención en el Servicio de Gestión de Penas y Medidas Alternativas del centro penitenciario de Pereiro y cuyo trabajo acaba de recibir, tal como lo define, una "palmadita en la espalda por un trabajo silencioso desde la institución penitenciaria": una mención honorífica en los Premios Meninas que ensalzan a personas y entidades en su lucha contra la lacra de la violencia de género. La terapia-destaca- tiene un objetivo claro: trabajar con ellos para protegerlas a ellas.

¿Es posible hacer clic en el cerebro de un maltratador?

Es posible hacer clic. Hay que tener en cuenta que los usuarios vienen condenados con una medida alternativa a la prisión. Desde el juzgado se considera que es un delito menos grave y eso, a lo mejor, permite trabajar mejor con ellos que con otro tipo de agresor. 

¿Y cómo se hace?

Está pensada para realizar en grupo. Son tres fases dispuestas en 10 meses (una sesión a la semana de dos horas): evaluación y motivación; intervención y seguimiento. Al principio, hay tres sesiones individuales para conocer cada caso en particular, con una valoración exhaustiva. Cuando llegan, piensan que están aquí por hechos que no han sido graves y se cuestionan la necesidad del programa. Por eso la fase de motivación, la más complicada, es tan importante, sirve para romper barreras y hacerles ver que va a suponer un momento decisivo para poder llevar relaciones de pareja sanas. 

¿Hacen terapia con ellos para salvarlas a ellas?

Trabajamos con ellos para que no existan nuevas víctimas. Nuestros usuarios siguen en la calle y pueden retomar la relación cuando finalice el alejamiento o encontrar otra pareja. Si no cambian, se volverá a repetir. 

Hay voces críticas que cuestionan una intervención que pone el foco en el maltratador.

Es completamente necesario y, cuanto más se trabaje desde la institución penitenciaria con ellos, redundará en eliminar víctimas. Ocurre con la violencia de género y cualquier otro delito que nos llega.

¿El hecho de que acudan obligados influye en la falta de motivación para el cambio?

Vienen obligados, es la condición para que se les suspenda la pena y no ingresen en prisión, y no quieren hacer el programa. Pero es la labor del terapeuta romper las barreras. Al terminar el programa, mayoritariamente verbalizan los beneficios y les queda el aprendizaje interiorizado. Las relaciones de pareja sanas y la resolución de los conflictos sin violencia es el único camino.

¿Cómo se desaprende y se deja de ser violento?

Es un trabajo continuo, por eso dura tanto el programa, para desmontar esos mecanismo de defensa en los que minimizan sus comportamientos. Hay que deconstruir ideas y construir otras. Vemos vídeos, actividades, ejercicios de reflexión... A muchos de ellos les sirve  escuchar algo distinto a lo que ellos pensaban, ya que incluso en su entorno más próximo les refuerzan sus ideas. A veces incluso se deconstruyen entre ellos las propias creencias. Los colocas frente a otra realidad para ser conscientes del daño que pueden provocar con sus comportamientos. No pueden minimizar un simple insulto porque la violencia siempre va a más.

Carecen por completo de perspectiva de género.

No son conscientes de que la violencia por género está presente en su comportamiento y se justifican en que "ella me dijo y yo le respondí" en el contexto de una relación tóxica. Generalmente, no asumen la responsabilidad de sus acciones, uno de los objetivos del programa.

¿Cuál es el quid?

Los programas  de la institución penitenciaria tienen un corte cognitivo- conductual . Trabajamos mucho sobre la forma de pensar porque determina cómo actúas. La asunción de responsabilidad es fundamental, que tomen conciencia de lo qué han hecho. La perspectiva de género está presente : tienen que ver a la mujer como a una persona y no como a una mujer. 

¿Qué perfiles abundan?

Cada vez son más jóvenes, entre 30 y 40 años.

Poco hemos aprendido en igualdad pese a los años...

A nivel de ciencias se evoluciona mucho, a nivel personal, muy poquito.  Me encuentro con muchas carencias. Un ejemplo, creer que el machismo ha desaparecido porque el hombre ya hace la cama. Muchos comportamiento hacia la mujer son machistas y no lo saben. Y se da por hecho que las discusiones son gritos, insultos, portazos...

¿Y qué hacemos?

Educación en valores y en igualdad,  desde la base pero conociendo bien qué es eso y cómo hacerlo. Es más complicado instaurar valores como el respeto ya siendo adultos.

¿La efectividad tiene ya datos?

El estudio de la secretaría general de 2017 con una muestra nacional sitúa la reincidencia en el 6,8% en los cinco años siguientes. 

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