Opinión

Aquellas noches de títeres

Esta noite hai títeres”. Cuando escuchabas esa frase, era que después de cenar tenías la oportunidad de asistir al espectáculo. En aquellos años cuarenta y cincuenta no éramos muchos. La noticia llegaba fácilmente a todos. Además, en el lugar donde se iba a presentar el espectáculo, empezaba a funcionar a toda pastilla la amplificación, metiendo alboroto. Y como era ya de noche, con silencio total en nuestro Puente Canedo, a todos llegaba el anuncio de la modesta fiesta.

Las sesiones de títeres tenían dos lugares preferidos: detrás de la Plaza de Abastos, entre las calles Ramón y Cajal y del Mercado, y también en el Ribeiriño, precisamente donde a principios del siglo pasado se instaló la primera estación de ferrocarril y donde aún hoy existe un grupito de casa en curva. Y, claro, siempre en noches de verano. Apetecía encontrar una disculpa para salir. La gente iba apareciendo desde sus hogares calle abajo, por cierto, mucha de ella portando asientos: sillas, banquetas, en las que poder acomodarse lo mejor posible para seguir el espectáculo.

El programa tenía su parte seria y la de broma. La primera, varios números de carácter circense, habilidades de los modestísimos artistas con ejercicios de equilibrio, fuerza y malabarismos y hasta acompañados por acordeón o saxo, con interpretaciones musicales. Y en la segunda, el humor de los payasos, que mucho se esforzaban para hacer reír al personal, cosa que no resultaba precisamente sencilla. Lo que era más difícil de soportar por los espectadores era la rifa; y es que dado que el espectáculo era gratuito, había que soportar la venta de rifas, e incluso, ya que nunca se vendían todas las previstas, la consiguiente y obligada subasta el papel sobrante. El premio, pues… un par de botellas de sidra o algo así. Simbólico.

Pero bueno. El ambiente lo formaban los vecinos reunidos al fresco de la noche de verano. Y es que en aquellos tiempos con lo único que competían los titiriteros era con la programación de radio. Normalmente, sólo Radio Orense EAJ 57, y los que tenían aparatos más potentes, más emisoras, como Radio Madrid con Boby Deglané y el gran éxito de “Aquí Radio Andorra, la emisora del Principado de Andorra”. Y, con mucho secreto, “la Pirenaica”, que arremetía contra Franco…

Había ambiente, que empezaba a crearse desde mucho antes de empezar el espectáculo, cuando todo El Puente escuchaba repetidamente aquello de “uno, dos, tres, probando” de los altavoces. Hasta que algún bromista desde lejos le lanzaba al locutor una piedra y golpeaba con estrépito en el material instalado para la sesión y entonces podía oírse también a todo volumen “probando, probando, uno, dos… me cago na nai que paríu o que tirou a pedra!”

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