Reportaje

Árbitros ourensanos: "Insultar y amenazarnos está asumido como normal"

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photo_camera Un árbitro asistente sigue desde la banda un partido de fútbol provincial. (FOTO: MARTIÑO PINAL)
Este fin de semana se interrumpieron dos partidos por faltas graves desde la grada

No quieren ni deben dar sus nombres y con eso ya no harían falta más datos para entender el problema de un colectivo arbitral que accede a hablar con la tranquilidad del anonimato, pero trasladando una sensación de resignación del que se siente impotente cada día que salta al campo. Los árbitros ourensanos hablan alto y claro de la violencia en el fútbol tras un fin de semana en el que tuvieron que interrumpirse dos partidos por faltas graves desde la grada.

"Teníamos un niño en el colegio (arbitral) que estaba empezando. Siempre lo llevaba su padre a los partidos y al primer partido que lo llevó su madre vino al colegio y  lo quitó. 'No puedo permitir que le digan esas cosas a mi hijo'. Se me quedó grabado. El chaval se conocía a todos los árbitros de Primera y le encantaba arbitrar". Es solo un caso reciente de un colectivo que defiende a los clubes y a los aficionados: "No se llena ni una grada con toda la gente que insulta por decreto en cada partido. Si queremos lo erradicaríamos". Pero en la frase siguiente cambia el tono: "Hay tarifa plana y se ha instaurado como normal que se pueda insultar y amenazar a los árbitros y no pasa nada. Si los clubes quieren los sacan del fútbol, porque son cuatro y contados en cada campo".

Ellos mismos los localizan: "Es la novia de tal, el que les patrocina las camisetas a cual... Es el del bar de... Esto es un pueblo y nos conocemos todos". Y se atreven: "En cada campo están localizados. En Loñoá es una señora gorda y rubia que dice todas las barbaridades que se le ocurren sea cual sea el árbitro. En Luintra es el cristalero, en Francelos es Ricardo el bombero el que lo lía todo. Los conocemos nosotros y los conocen los clubes". 

Un absurdo analizado en frío: "Este lunes me quería invitar al café un tío que el sábado a la mañana me puso perdido y me dijo de todo. Al día siguiente ya no pasa nada".

Ahí está el problema: "Los aficionados en general lo tienen asumido como algo normal. Es el árbitro y lo podemos insultar y amenazar todo lo que queramos. Lo piensa el que insulta y también el que está a su lado y no dice ni hace nada". Resignación. "Aún queda gente que cree que el que más insulta es más hombre o que es la simpática o listilla del pueblo. A veces no le hace caso nadie y entonces lo repite más alto. El árbitro no tiene afición y viene solo al campo. Es el pim-pam-pum de cada domingo".

Pero a la vez un mensaje para la esperanza: "Son siempre los mismos. En un campo dos y en otro cuatro, pero los mismos". Dice el "jefe" de los árbitros gallegos, Bernardino González Vázquez, que acompaña a los colegiados en una entrevista concedida por una buena representación de los colegiados ourensanos de todas las categorías a La Región. "Son más de los que nos gustaría, pero son una minoría y eso nos retrata más a todos porque son fáciles de erradicar".

Campos y clubes

"¿Hay algún campo que sea tranquilo siempre, al que vayáis sabiendo que nunca pasa nada?". La respuesta es demoledora: silencio. Se miran entre ellos y no sale ningún nombre.

Dentro de la crudeza son ellos los que dan la cara por los clubes: "En general se ha mejorado mucho en los últimos años. No podemos decir que hay problemas en todos los campos todos los fines de semana porque estaríamos mintiendo". Ahí viene el mensaje clave: "Si los clubes quisiesen quitar a los 15 o 50 que hay en global en todo el fútbol ourensano esto sería una balsa de aceite".

Pero con matices: "Es muy fácil para los clubes exigirle mucho al árbitro, pero ellos no dan nada.  Este año se hicieron dos reuniones para reglas de juego y violencia en el deporte y el 80 por ciento de los asistentes éramos árbitros. Los clubes y jugadores no fueron. Una medida que se tomaba para concienciar y los que íbamos éramos los concienciados".

"Somos personas"

Escucharlos cara a cara cambiaría la perspectiva a cualquiera: "Psicológicamente no todos aguantamos lo mismo o incluso depende del momento. Tienes un mal día en el trabajo o algún problema familiar y te influye. Somos personas y hay gente que no nos ve así. Al árbitro de Velle si no llega al partido de cuidar a un familiar que se le está muriendo y no se meten con sus muertos desde la grada pues a lo mejor no reacciona así y aguanta más, aunque doler duele lo mismo".

Invitan a otra reflexión también para los clubes y jugadores: "Los árbitros son de esa categoría que están pitando y a alguno se les olvida. Jugadores de Segunda o Tercera Provincial y creen que les está pitando un árbitro de Champions League".

Una parte imprescindible del fútbol que lo tiene que afrontar de un forma antagónica al resto de compañeros: "Es muy triste verte obligado a ir solo a los partidos porque no quieres que tu novia o tu familia vea eso y escuche lo que te dicen". Y van más allá: "También los insultan a ellos si los identifican en las gradas. Y si ocurre entonces todavía es peor porque es normal que te desconcentres si ves que están insultado a tu pareja o a tus padres. Y eso e algo que nos ha pasado a todos".

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No hace falta explicar nada sobre el glosario de insultos en cualquier campo. Pero esos, los que cualquiera tiene en mente, no son los que más duelen a un colectivo que desvela, antes de nada, sus problemas de privacidad: "Te conocen y no eres árbitro solo los domingos, eres árbitro los siete días de la semana y en cada cosa que hagas en tu vida cotidiana". Datos que cobran más sentido cuando aportan experiencias personales.

"Fui a arbitrar un Monterrei-Allariz y a mi asistente le dijeron, ya antes de empezar, que venía un árbitro que tuvo cáncer. Y yo ni tengo redes sociales". Y entonces viene el problema: "Van a si eres gordo o no, si tienes una novia que no sé qué, si tu hijo estudia en no sé dónde... Me he llegado a girar y ver en la grada a alguna persona insultándome con la que luego hablas a diario. Y lo ven como algo normal".

"Alguno huele a alcohol"

Insultos y malas maneras en algunos casos tienen agravantes: "La Ley del Deporte dice que no se puede vender alcohol y se sigue vendiendo en todos los campos". Más grave todavía: "Si te lo ofrecen ellos a veces antes de empezar. Te preguntan si quieres un agua o una cerveza. Si hace frío un chupito de licor café".

Un problema recurrente cada fin de semana: "En partidos de los domingos por la mañana algunos te lo reconocen ellos mismos. Que vienen sin dormir o mazados. Nosotros ya nos cohibimos de salir antes de ir a arbitrar para que ya no te puedan decir nada". Ejemplos con nombres y apellidos que prefieren no aportar para no hacer una escabechina en otro lado de la barrera: "Este fin de semana el delegado de campo en un partido de juveniles pegaba un tufo a alcohol que tiraba para atrás. Te hablaba a un metro y te mandaba una vaporada que daba miedo". Están señalados e identificados y, aunque todavía no se hayan dado cuenta, les queda poco en el fútbol si no cambian de actitud.

Obligado preguntarles qué hacer para empezar a solucionar un problema que insisten, una y otra vez, "se acaba si todos ponemos de nuestro lado. Si lo clubes quieren acabamos con ello".

Primero:  "La implicación de los clubes y de la mayoría de los aficionados, que son modélicos. Que no nos cueste señalar al energúmeno de turno".

Segundo: "La multa económica. No sé si es la mejor o no, pero la más efectiva, seguro. Multa al agresor. El club bien porque no quieren o porque no les interesa no les van a decir nada, pero si llega la Guardia Civil lo identifica y sabe que le van a caer de tres a seis euros de multa se lo van a pensar dos veces. Si van al bolsillo esto cambia".

¿Cuántos están identificados? Ese será el siguiente capítulo de una historia que obliga a un final feliz. Cueste lo que cueste y caiga quien caiga.

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