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Bajo el sol de El Matarraña

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photo_camera Centro de La Fresneda.
Miles de españoles viajan cada año a La Toscana italiana, de sol y paisajes reconocidos e incluso inmortalizados en la gran pantalla; pero mucho más cerca, en el sur de Teruel, hay un paraíso natural similar que espera al turista: El Matarraña.

La mayoría de los viajeros que descubren Matarraña no dudan en repetir, Y es que la zona, en la que destacan sus campos de olivo y almendros, la exhuberante naturaleza en torno al río Matarraña -que da nombre a la comarca-, y el ocre de sus construcciones en piedra, que trasladan al visitante siglos atrás en la historia, lo convierten en un atractivo destino turístico al que escaparse más de una vez en busca de descanso. 

En el centro, el municipio de Valderrobres, que junto al vecino Calaceite tienen el reconocimiento, merecido, de formar parte del exclusivo club de “los pueblos más bonitos de España“.

Dentro de la villa de Valderrobres destaca el imponente conjunto del Castillo, del siglo XIV, y la Iglesia, de estilo gótico mediterráneo, que se han ido transformando en paralelo a su apasionante historia. Además de la monumentalidad del conjunto, los amantes del arte tienen la oportunidad de conocer hasta diciembre de este año una exposición de grabados titulada “Dalí frente a Miró: los surrealismos”.

Las huellas del paso del hombre en El Matarraña son ancestrales: en varios municipios del norte de la zona se encuentran restos de hasta siete poblados íberos, todos visitables.

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Para los turistas más naturales, el vecino pueblo de Beceite permite, entre otras rutas, la de la Pesquera, cinco kilómetros de camino en paralelo al río salpicado de 16 pozas naturales, los espacios más reclamados para refrescarse y tomar el sol durante el verano. Señalar que, desde finales del siglo XVIII hasta mediados del XX, cuando cerraron las últimas fábricas, el municipio de Beceite destacó por su industria papelera de gran relevancia ya que suministraba productos, como cartulinas para naipes, a toda España. 

Por su parte, el camino del Parrizal tiene un primer tramo de 800 metros apto para todo tipo de público, incluso para carritos infantiles, en el que además del paisaje se pueden descubrir pinturas rupestres y una ruta botánica. Los más deportistas pueden continuar la ruta de once kilómetros, con una duración de tres horas.

En verano y Semana Santa, son los visitantes españoles -fundamentalmente vascos, madrileños y catalanes- los que se acercan a esta comarca, aunque el empuje del turismo en la zona vino de mano extranjera.

Una forma de recorrer la comarca, muy peculiar, es a través de su ruta por las cárceles; en su mayoría, construcciones sólidas que se hallan en la parte baja de los ayuntamientos y cuya edificación se enmarca entre los siglos XVI y XVIII. Son curiosos espacios con poca luz y ventilación, y en algunos se conservan argollas, cadenas y grilletes originales; se pueden visitar junto a los consistorios de Calaceite, La Fresneda, Fórnoles, Fuentespalda, Monroyo, Peñarroya de Tatavins, Ráfales, Torre de Arcas y Valderrobres.

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Mención aparte merece la gastronomía, desde la más casera, que se puede degustar a buen precio en muchos establecimientos, a la más refinada.

Desde el gusto, la vista, el oído y sobre todo desde el corazón, por la tranquilidad que se respira a cada paso y por la cercanía de sus gentes, visitar el Matarraña puede definirse como una “auténtica escapada”.

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