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Desde Bielorrusia con amor... y tecnología

National library in Minsk, Belarus

No se trata de reeditar la famosa novela de Ian Fleming luego llevada al cine -aunque esta vez ambientándola en la Rusia Blanca- ni tampoco de reescribir las hazañas del grande entre los grandes, Bond, James Bond.  Seguro que Bielorrusia no está marcada en la agenda de muchas personas como destino vacacional, e incluso me atrevo a decir que tampoco por razones profesionales. 

Bielorrusia es un oasis que ni siquiera tiene embajada en España, al igual que tampoco hay ninguna embajada española en Bielorrusia. 


LOS PREJUICIOS SON TAN ATREVIDOS COMO LA IGNORANCIA


Este es mi tercer año viajando a estas latitudes y solamente me he encontrado a un español, casado con una ciudadana bielorrusa. Coincidimos en el vuelo que hay que realizar obligatoriamente con Belavia, la compañía nacional bielorrusa y la única que opera en el aeropuerto de Minsk, aunque me imagino que aviones procedentes de Rusia y otros países de la antigua URRS harán escala en el aeropuerto de Minsk. 

Como suele ocurrir, los prejuicios suelen jugarnos malas pasadas. Generalmente nos hacemos una imagen en la distancia absolutamente errónea de muchos de los países que no hemos visitado y Bielorrusia no iba a ser la excepción. 

Desde el punto de vista humano, Bielorrusia está poblada por personas de origen y costumbres eslavas que a priori se caracterizan por la frialdad y la distancia en el trato. 

Hay que tener en cuenta que es un país que perteneció a la URSS (Unión de Republicas Socialistas Soviéticas) y que todavía conserva muchas características comunes a las sociedades post-comunistas. 

Minsk, la capital bielorrusa, es una ciudad de dos millones de habitantes, limpia y ordenada. No hay mendigos por las calles y destaca la ausencia de grafitis. No se ve prácticamente policía uniformada por la calle y la gente transcurre por la ciudad de manera ordenada y discreta. 

A los bielorrusos les gusta remarcar que no son rusos y que su país no es inseguro, yo lo suscribo absolutamente. 

Un Uber desde el aeropuerto de Minsk hasta el centro, un trayecto de cerca de 50 kilómetros, cuesta sobre 38 rublos bielorrusos, aproximadamente unos 15€. Una cerveza en un bar cuesta 1€ y en el McDonald’s por 2€ te dan dos Big Mac.


UN PAÍS CON UN GRAN POTENCIAL TECNOLÓGICO


Se trata de una sociedad que está haciendo una transición hacia la apertura y a una economía de libre mercado, pero con mucha cautela, seguramente para no provocar las fracturas sociales y otras consecuencias execrables que han ocurrido en otras ex repúblicas soviéticas. 

Desde el punto de vista empresarial y tecnológico, es una sociedad muy competitiva, dado que por ejemplo un ingeniero informático -y allí hay muchos y muy buenos- cobra aproximadamente unos 500€ en el caso de un junior y unos 800€ en el caso de un sénior. 

De este modo es fácil que existan empresas importantes de fabricación de hardware y de software, y que además lo hagan con un importante grado de calidad. 

En materia de desarrollo de software para Big Data e Internet de las cosas en movilidad, Bielorrusia posee la mayor empresa del mundo a nivel de unidades conectadas a su sistema, con casi dos millones. 

A pesar de la diferencia de carácter entre latinos y eslavos, una vez que te conocen son gente muy respetuosa y cariñosa, que además siente un aprecio especial por los españoles.

La gente joven en el país no está muy de acuerdo con las políticas del presidente actual y eterno, el único que han conocido los bielorrusos desde la caída de la Unión Soviética y su constitución como país. Aleksandr Lukashenko es un presidente que ha sido elegido en cinco ocasiones por más del 80% de los votantes y ante eso, sobran las palabras. 

No existe una verdad absoluta en la vida ni tampoco mentiras absolutas, lo que es verdad es que al final con el paso del tiempo, quizá a veces demasiado, la vida acaba poniendo a cada uno en su sitio. Yo creo absolutamente en el ser humano y aún a pesar de que a veces me entran las dudas con alguno, creo que hay muchísima más buena gente que mala y el gran arma de la gente buena es el sentido común y este al final siempre triunfa. 

Seguramente Bielorrusia no será una excepción y su maravilloso pueblo acabará teniendo lo que se merece. 

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