y comer

Buena cocina miñota con vistas a un campo de golf

Un restaurante con espacios en terrazas e interiores para disfrutar en cualquier época del año. Un servicio rápido y muy atento y una cocina que trabaja con productos de calidad y sabe llevarlos al punto perfecto

No soy practicante de golf, así que las veces que fui, tres hasta la fecha, a comer a un restaurante de un campo de golf, me llevaron. En ninguna de ellas comí mal. Pero en esta ocasión me quedé gratísimamente sorprendido. En primer lugar porque a primeros de octubre, a golpe de lunes, a la hora de cenar, estaba al setenta por ciento de su aforo. Había golfistas sí, pero me da a mí que no eran la mayoría. 

Al ver la carta descubrí la razón de esta nutrida concurrencia. Tenía una variadísima oferta de platos de la gastronomía miñota y a unos precios muy ajustados. Cabrito asado, bochechas de porco preto, bacalao a la moda de Braga, por ejemplo, estaban a 12,50 euros la ración. Ración generosa. De los tres probé, porque compartimos las raciones, y también el polvo a Lagareiro. Este último consiste en un tentáculo de pulpo cocido y luego pasado por la plancha, servido con una patata murro. En la foto aparece acompañado con una pequeña posta de bacalao “cebolada”. Quien sea amante del pulpo y del bacalao no se sentirá defraudado. Pero es que el “cabritinho” y la bochecha de porco preto, asados en ambos casos, me parecieron dos elaboraciones sencillas y exquisitas. ¡Qué difícil elección, si hubierta tenido que escoger! No hay como comer en compañía y compartir. El postre, un puddin Abade de Priscos con helado de limón, fue el broche perfecto.

En resumen, un restaurante con espacios en terrazas e interiores para disfrutar en cualquier época del año. Un servicio rápido y muy atento y una cocina que trabaja con productos de calidad y sabe llevarlos al punto perfecto. Y todo ello con una relación entre calidad y precio que me resultó sorprendente.

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