Salud

Una de cal, otra de arena

Peter Valentinovich Turchin es profesor del Departamento de Ecología y Biología Evolutiva de la Universidad de Connecticut (EEUU). De origen ruso, es hijo del afamado físico e informático Valentin Turchin, uno de los pioneros en el desarrollo de la inteligencia artificial. En 1974, por motivos políticos, la familia Turchin se exilió a EEUU desde la antigua URSS. 

El joven Peter completó su brillante formación en Biología y Zoología en Nueva York y Duke. A partir de entonces, se dedicó en cuerpo y alma al estudio de la cliodinámica, el examen evolutivo de las sociedades empleando datos históricos y complejos análisis estadísticos. Así podría predecir, con bastante exactitud, futuras crisis de nuestra sociedad.  En 2010, la revista “Nature” publicó un artículo especial donde varios expertos a nivel mundial pronosticaron grandes avances científicos para la década de los años 20. Pero el profesor Turchin les escribió una carta desdiciendo tanto optimismo. 

Según sus propias investigaciones, la humanidad se enfrentaría a una etapa de máxima inestabilidad social y violencia política, considerando el año 2020 como el peor en la historia de la humanidad. Entonces identificó las causas de su desánimo: la brecha cada vez mayor entre ricos y pobres, el papel político de las élites más adineradas, el incremento de la deuda económica de los estados, la pérdida de calidad de vida y la superproducción de graduados universitarios, con altos niveles formativos y escasas perspectivas de trabajo. Una década más tarde, el millonario Donald Trump es presidente de los EEUU, violentos conflictos raciales han estallado más allá de sus fronteras, provocando el caos durante semanas en muchos países, el mundo lucha contra la pandemia de la covid-19, y los efectos de la crisis sanitaria, económica y social son patentes. Con un empujón, Peter Valentinovich Turchin nos bajaba del pedestal a todos aquellos que creemos firmemente en los avances de la ciencia y la tecnología como motores de un mundo mejor. 

Buscamos ilusionados informaciones que de algún modo refuercen nuestras esperanzas, como las nanoesponjas desarrolladas por ingenieros de la Universidad de San Diego-California, y testadas por investigadores de la Universidad de Boston. Se trata de nanopartículas envueltas en las membranas de las células pulmonares y de las células inmunes humanas capaces de atraer y neutralizar al SARS-CoV-2 en cultivos celulares; esto implica que el coronavirus pierda su capacidad de infectar las células del huésped para luego reproducirse. 

La flor y nata científica mundial trabaja sin tregua para derrotarlo. Cuenta con el mayor arsenal tecnológico que jamás haya existido. Confío en ellos y por eso deseo firmemente que el profesor Peter V. Turchin se haya equivocado en sus sombríos vaticinios. La vida nos va en ello.

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