REPORTAJE

‘Cazadora' de petroglifos

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photo_camera La historiadora Begoña González Aguiar.

Begoña González Aguiar lleva dos años cazando petroglifos por la Ribeira Sacra, joyas, talladas entre el Calcolítco y la Edad de Bronce. Su tesis doctoral resolverá muchas incógnitas y arrojará una nueva luz sobre nuestro pasado.

Dice la leyenda que el apóstol Santiago cabalgaba por Galicia cuando, de repente, se encontró ante el imponente Sil, cortándole el paso. Entonces, de un prodigioso salto, su caballo cruzó desde la orilla de Ourense a la lucense, dejando marcadas sus huellas en las rocas que pisó. Para los que no creen en leyendas, esas huellas son los petroglifos de Nogueira (Lugo) y una cazoleta en As Cerdeiriñas, en la orilla de Ourense. Begoña González Aguiar, historiadora del Arte y con un máster en Métodos y técnicas avanzadas de investigación histórica, artística y geográfica, sigue incansable el rastro de estas leyendas: “Detrás de ellas, muchas veces, está la ubicación de un petroglifo”.

Aguiar está preparando una tesis doctoral que revolucionará lo que sabemos sobre los petroglifos, esas misteriosas marcas en las rocas que nos dejaron nuestros antepasados de la Edad de Bronce. En España solo las encontramos en Galicia y en Canarias, y aparecen también en otras zonas de Europa y al otro lado del charco, en Argentina, por ejemplo. Allí pasó unos meses esta historiadora gracias a una beca que le permitió analizar los petroglifos argentinos. “Una excepción, apenas hay ayudas para los investigadores y yo debo compaginar mi tesis con trabajos que me permitan sobrevivir”, lamenta.

La locura petroglífica de Begoña Aguiar nació cuando terminó Historia del Arte y se encontró con Alfonso Campos, de O Colado do Vento, una asociación cultural de Sober a la que hay que agradecerle que gran parte del patrimonio de la zona se conozca. Él le metió en el cuerpo el gusanillo de “la caza de petroglifos”.

“Íbamos de aldea en aldea, preguntando a los vecinos si les sonaba algún penedo con nombres como “mouros”, “penedo da virxe”… Estos topónimos suelen marcar petroglifos”, explica. De hecho, antes se creía que los petroglifos marcaban tesoros enterrados.

Así encontraron, por ejemplo, el del monte de San Romao de Pantón, y muchos otros: preguntando a los vecinos. En San Romao encontraron un panel de seis petroglifos, desmontando la teoría de que en Pantón no había petroglifos. Ahora hay 11 catalogados en este concello, de los 51 paneles que ha identificado Begoña González Aguiar en la Ribeira Sacra lucense. Unos de los más importantes, los de Carballedo, municipio donde siguen encontrándose petroglifos.

La historiadora no puede disimular su pasión cuando habla de los petroglifos que han ido encontrando, ni de todo lo que le queda por descubrir sobre ellos. “¡Sabemos tan poco!”, reconoce. “Sabemos que todos los paneles están en un sitio por algo, no escogían la mejor piedra, sino un lugar concreto”. Ella cree que escogían sitios “donde sentían algo”, porque estas marcas pueden estar relacionadas con prácticas rituales o de iniciación.

“Muchos coinciden con las lindes de las parroquias”, cuenta González Aguiar, que, de paso, introduce otra teoría que están estudiando: “Pudieron ser marcas de territorios de caza, y, quién sabe, dar origen a los actuales límites”. Los famosos “marcos” gallegos, las lindes, tendrían por tanto un pasado muy muy dilatado. Tampoco está claro por qué en la zona de costa se representaban normalmente armas, e incluso animales (los famosos ciervos de Campo Lameiro), mientras que en el interior suelen limitarse a círculos, llamados cazoletas (coviñas en gallego), y muy pocas veces trabajados haciendo círculos concéntricos. Lo que sí está claro para Aguiar es que marcaban las rocas de la zona, no solo granito, como se creyó durante mucho tiempo: “Donde había pizarra se hicieron en pizarra, pero claro, muchos no llegaron hasta nosotros”. Pero saber por qué grababan las rocas… esa es otra historia.

Es uno de tantos retos que esta joven historiadora porta en su mochila. Pero, el esencial, y en el que ha centrado su tesis, es saber qué técnicas utilizaban para tallar la roca. Una vez terminada la fase de documentación y catalogación, su investigación entrará de lleno en la técnica: ella misma probará materiales sobre roca hasta definir cómo trabajaban nuestros antepasados para dejarnos sus mensajes grabados.

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