REPORTAJE

‘Celebrities' y terapia en el Camino

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photo_camera Juan Medina y Viviana Vargas, con Carlos Vargas, el famoso presentador colombiano, en la Costiña de Canedo.

Carlos Vargas, famoso presentandor colombiano, desconecta estos días con la tranquilidad de la Ruta de la Plata. "Está super, y el puente del Milenio es espectacular. ¡Y tienen que avisar del santuario a Manu Chao, es un ídolo allá!".

El Camino de Santiago trasciende al otro lado del charco y al interior de Europa. Con la cercanía del verano, empieza a incrementarse el flujo de peregrinos, pese a la tendencia negativa de  la Ruta de la Plata en los últimos años. Celebridades mundiales  ya se atreven con él. "Nos hemos venido, sobre todo por la tranquilidad", explican tres colombianos recién llegados de Bogotá, que ayer iniciaron el Camino a Compostela desde Ourense. Entre ellos, Carlos Vargas, famoso presentador del programa de entretenimiento "La Red", de Canal Caracol, acompañado de su hermana Viviana y el marido de esta, Juan Medina. 

"Fue una casualidad, mi hermana es la que se encargó de diseñar el viaje", explica Carlos, que relata su minuto a minuto del viaje a través de su cuenta de Instagram a sus casi 750.000 seguidores. ¿Por qué la Ruta de la Plata? "Teníamos tres rutas, pero escogimos esta, porque la catalogaban como el camino de las hadas. Es el camino más original y más verde que los demás, más calmado y menos transitado, era lo que queríamos", explica Viviana. 

La tranquilidad como valor del Camino de Santiago. Una calma que Carlos tanto necesita después de haber estado hasta hace apenas tres días dando el callo en la televisión de su país, y acaparando titulares tras aparecer vestido de novia  en la presentación del último disco del artista Maluma, en Medellín. 

No echan en falta alojamiento, aunque busquen un perfil atípico. "Nosotros ya somos cuarentones, él es una diva (en relación a Carlos), y mi esposo detesta dormir en comuna, y me encargué de encontrar albergues con habitaciones privadas.Una empresa española nos hizo la búsqueda y nos encontró el alojamiento", subraya Viviana.

En su primer día, apenas coincidieron con otros peregrinos. "Creo que debería venderlo como que es una ruta mucho más tranquila que el resto", dice ella; "eso podría generar que dejase de ser tranquilo, hay que buscar otra manera de dinamizarlo", replica su hermano. 

"Hay que buscar otro atractivo, nos ha parecido impresionante que no promocionen cosas como la que vimos. Fuimos al Saborido (A Ponte) y tenían un santuario  de Manu Chao, ¡que es un ídolo en Colombia para los de mi generación! Son cosas que se pueden incluir, hay mucha gente que si le dices que en Ourense pueden ver un "museo" dedicado a Manu Chao le atraes, él ama Colombia, es muy conocido allá", destaca el periodista. 

"Nosotros no planeamos mucho y por eso lo encontramos, fue casualidad, nos dejamos guiar, ahí está la magia del viaje", añade su hermana. El viaje, después de saborear las bondades gastronómicas de Ourense el sábado, les permitió conocer de primera mano el Puente Romano y el Milenio –"nos llamó mucho la atención, es una cosa espectacular",– antes de partir rumbo Costiña de Canedo arriba, dirección Cea. "Se me dañaron las botas en el primer kilómetro", lamenta ella, dando fe de la dureza de la primera etapa. "Se desintegraron", añade el marido. 

Se sorprenden de que haya tanto tramo por carretera, deseosos de adentrarse en los bosques, pero no empaña las sensaciones. "Está súper, la gente es muy colaboradora, incluso se ha parado un hombre a ayudarnos para buscarnos otras botas, no hemos podido avanzar porque la gente ha estado hablando todo el camino, nos gusta, estos es precisamente el Camino". 


El valor de la tranquilidad


A lo alto del camino, coincidieron con un grupo llegado desde Detmold (Alemania), "en una iniciativa solidaria y terapéutica". Liderados por Ursula Resack y Jochen Kotzenberg, hacen esta ruta personas con discapacidad. "Ya habíamos hecho el camino francés, portugués e inglés. Queríamos probar este, es el más tranquilo, no hay muchos peregrinos. Llevamos todo el año preparándonos". ¿Lo peor? La falta de servicios hosteleros. "Queremos un bocadillo o un pinchito (sic) y no hay sitios", decían, exhaustos, tras superar rampas del 19% para llegar a Castro de Beiro. 

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