Opinión

Congreso o cuadrilátero

El griterío se ha impuesto a la mesura. Las cuerdas vocales usurpan el papel de las neuronas en cualquier debate, ya sea político, futbolístico, gastronómico o de los latidos del corazón. Queda menos para que en el Congreso o en los parlamentos autonómicos las diferencias se resuelvan a golpes, como a veces sucede en las democracias más endebles. Ayer fue un escupitajo de un diputado contra un ministro –según denunció el que hizo de diana aunque tras la revisión en el VAR pareció un amago que también retrata al personaje– para defender a otro personajillo lenguaraz que acababa de ser expulsado de la Cámara, hoy puede ser una colleja y mañana un bofetón. Lo que haga falta para mojar en los medios de comunicación. Y la mano derecha no es menos que la izquierda cuando se trata de repartir insultos. Por eso no busquen nombres propios en este folio porque el chofer de anécdotas no está dispuesto a ser cómplice de discursos arrabaleros con finalidad propagandística para contentar a la respectiva tropa.  

Si los que representan al personal carecen de elegancia y de elocuencia, esta sociedad comienza a apestar, tanto en Madrid como en Barcelona,  Sevilla, Teruel o Santiago. En el Parlamento gallego se siguió discutiendo ayer sobre las iniciativas de la Xunta encuadradas en el Pacto de Estado para combatir la violencia de género y ni siquiera se mostró respeto dialéctico con un tema tan doloroso y sensible.

En estos tiempos gaseosos resulta curioso que los que critican a los Donald Trump, Viktor Orbán o Matteo Salvin se dediquen después a agitar los ánimos en vez de predicar con la moderación y la argumentación reposada. El próximo año electoral se presenta la oportunidad de decidir entre Congreso o cuadrilátero.  

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