Opinión

Consumo de drogas y accidentes de tráfico

Ha muerto uno de los nueve ciclistas atropellados por una conductora de 28 años en Mallorca y que ha dado positivo en consumo de cannabis. En el último año hemos asistido a un acontecimiento histórico, esperable pero histórico: en Valencia una conductora bajo los efectos del alcohol atropellaba a un grupo de ciclistas y fallecían tres de ellos, unos días después, en Toledo, una madre bajo los efectos del alcohol y cocaína, en un trágico accidente de circulación mata a su bebé de 10 meses y su otro hijo de 7 años hospitalizado, unas semanas después dos conductoras también bajo los efectos del alcohol, una en Tarragona (cuadruplicaba la tasa permitida) y la otra en Navarra (Lizoáin), arrollan a sendos grupos de ciclistas, quedando algunos de ellos en estado grave.

Son muchos los colectivos, liderados por los ciclistas, que reclaman “tomar medidas" ante este tipo de acontecimientos “evitables” y ante la proliferación de este tipo de accidentes provocados por el consumo de alcohol y otras drogas y el incumplimiento de las normas de circulación.

Pero ¿Qué ha sucedido en los últimos años?,

Hasta hace no mucho tiempo el consumo de drogas era una conducta que mantenía fundamentalmente la población masculina adulta (fumar o tomar alcohol eran “cosas de hombres”). Un patrón cultural de relación con las drogas que se tradujo en que los consumos de drogas entre las mujeres se mantuvieran en niveles muy bajos. Lamentablemente, a medida que la sociedad se fue modernizando y se han ido reduciendo las desigualdades de género, las mujeres comenzaron a adquirir algunas de las conductas de riesgo tradicionalmente consideradas típicamente masculinas, produciéndose un incremento sustancial de los consumos de drogas. La publicidad y la presión de la industria del tabaco, alcohol y cannabis intentando hacer creer a las adolescentes que “la igualdad” pasaba por fumar y beber alcohol, unido al deseo de conquistar la igualdad con los hombres, las mujeres imitaron ciertos comportamientos característicos del rol masculino, entre otros el uso de drogas. En el caso de las adolescentes y las jóvenes se ha ido observando en la última década una tendencia a la equiparación de los hábitos de consumo de drogas con los chicos, que ya es una realidad en el caso de sustancias como el tabaco y el alcohol, seguido muy de cerca por el cannabis.

Somos muchos los profesionales que intentamos no banalizar el consumo de alcohol y cannabis por parte de la sociedad en general y de los más jóvenes en particular. Aquellas adolescentes (a veces niñas) que acudían al botellón y bebían en mayor cantidad que los hombres y, tal y como mostraban los datos, se iniciaban en el consumo de cannabis como nunca históricamente había sucedido, hoy son mujeres que, entre otras muchas responsabilidades, conducen vehículos a motor. Ese alcohol y cannabis que, aunque para muchos no dejan de ser sustancias inocuas, asociadas a la diversión, placer, terraza, fútbol, playa, comidas, cenas, charlar con los amigos, … ¡en fin, con todo lo divino y humano!, muestran cuan peligrosas pueden llegar a ser.

El consumo de alcohol a corto plazo afecta principalmente a la coordinación visomotora, a la memoria, a la atención, atención dividida y a los tiempos de reacción y capacidad para mantener la velocidad. En el plano emocional afecta a la impulsividad y sentimiento de invulnerabilidad debido a la desinhibición de la conducta por agotamiento del córtex prefrontal, encargado de las tomas de decisión y operaciones que requieran control consciente. El Consumo de cannabis afecta a la atención, vigilancia, percepción del tiempo y velocidad, repercutiendo en la coordinación motora, en el área visual y principalmente en actividades que requieran atención dividida. Es evidente que el consumo de ambas sustancias, de forma separada y/o conjunta, es incompatible con la conducción de ningún vehículo a motor.

En cualquier tema de salud, la información correcta es clave. El consumo de drogas representa otro desafío más para la salud de las mujeres. Aun en cantidades pequeñas, el consumo de drogas afecta a las mujeres de manera diferente que a los hombres debido a cuestiones hormonales. Y su consumo es, de alguna manera, mucho más arriesgado para las mujeres que para los hombres.

Es una responsabilidad compartida la obligación de proteger a nuestras jóvenes. Evitemos que en los llamados botellones (botellódromos), "antros", bares, casas disfrazadas o cualquier otro establecimiento se venda alcohol y drogas a las/los menores de edad, además de que se aplique la "cero tolerancia" y se aplique “todo el peso de la ley” para ese comercio de venta de drogas a menores (legales y por supuesto ilegales), al mismo tiempo urge la necesidad de implantar las medidas y programas preventivos a nivel escolar y familiar con el objeto de evitar que ya a una temprana edad nuestras jóvenes tengan muchos “billetes” para convertirse en adictas al consumo de drogas y así poder evitar, o al menos reducir, accidentes como los reflejados anteriormente.

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