Opinión

¿Cotidiano?

Una mañana cualquiera en la calle más transitada de una ciudad anónima, una mujer camina cargada con varias bolsas llenas de productos adquiridos en un supermercado próximo a su domicilio; va saludando a las personas con las que se cruza en un lento peregrinar hacia su hogar. “La compra está cada día más cara”, piensa mientras repite el enésimo “hasta luego”. A esa misma hora se reúne el Consejo de Ministros para aprobar una serie de medidas económicas que incidirán en la vida de los habitantes del país. “La situación es grave -apunta el presidente-. El precio del petróleo se ha disparado, el paro sigue aumentando, el trabajo es inestable y mal pagado”. Los miembros del Consejo permanecen callados, están serios y preocupados. Los medios de comunicación esperan impacientes para trasladar a la población los acuerdos que adopte el Gobierno. Trascurridas más de tres horas de tensa espera, la portavoz gubernamental se enfrenta a los periodistas para dar cuenta de los acuerdos adoptados.

La ciudadana anónima, de una ciudad cualquiera, llega a su casa; lo primero que hace es vaciar el contenido de las bolsas de la compra sobre la mesa de la cocina; a continuación coteja la factura del supermercado con la mercancía, para comprobar que la compra se ajusta a lo pagado. “Me he olvidado del aceite -dice malhumorada–, tendré que volver al súper”. Cuando se dispone a salir suena el teléfono; tras unos segundos de duda, lo alza: “Diga”. Una voz femenina le pregunta: “¿Es la casa de doña X?”. “Sí”, contesta impaciente. “La llamo para comunicarle que ha de pasar por el hospital a recoger los resultados de las pruebas que le han practicado”. La mujer, nerviosa, pregunta: “¿Han salido bien?”. “En la consulta se lo explicarán”, contestó con amabilidad su interlocutora. 

“Entre otros asuntos el Consejo ha adoptado los siguientes acuerdos -empezó a decir la portavoz del Gobierno-: el precio de la luz subirá un diez por ciento, la gasolina un ocho por ciento, el gasóleo un veinte por ciento, se reducirá la partida de sanidad en un quince por ciento… se aumenta la ratio de profesor a alumno a 1/40, se reducirá el número de funcionarios en un treinta por ciento… Con estas medidas evitaremos la bancarrota del Estado, esperemos que la situación mejore y hacemos un llamamiento a la población para que colabore en estos momentos tan difíciles para el país”.

La ciudadana anónima ha vuelto a su casa, ha comprado dos litros de aceite de girasol y se dispone a hacer la comida; la han parado en la calle varios conocidos y todos coinciden en el diagnóstico: “¡La culpa la tiene el Gobierno!” La vida se presenta imposible. Se palpa un gran malestar. La mujer se enfrasca en preparar el almuerzo para su familia; hoy le tocó a ella porque tiene turno de tarde; mañana será su pareja el responsable de tener todo a punto. El sonido de una “charanga” irrumpe en el silencio de su hogar. “Me había olvidado de que estamos en fiestas y hoy están programadas varias actividades”. La música se aleja y ella reflexiona sobre lo cotidiano de la vida. Nacemos, crecemos, nos alimentamos, nos reproducimos, envejecemos y morimos, es el esquema común de todo ser vivo. Los humanos tenemos sin embargo la consciencia de nuestra existencia y debemos disfrutar de lo bueno que nos rodea. 

El resto del día la ciudadana anónima de una ciudad cualquiera trasmitió a todos los suyos una sonrisa que traslucía que gozaba de una paz interior que nada, ni nadie, podía quebrar. 

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