Cartas al director

Las cualidades del gobernante

Por la importante tarea y la grave responsabilidad que recae sobre los gobernantes, se comprende que ya los clásicos señalaran las buenas cualidades que deben tener los que gobiernan. Por ejemplo Platón dejó escrito que los gobernantes deberían ser los que estén mejor dotados para ello, y vayan a servir al bien común y a la justicia. Incluso sugería que los que van a dedicarse a gobernar deberían ser educados para cumplir estrictamente su tarea. Como principios generales a tener en cuenta enseñaba que  formar un buen gobernante exige además  elegir a individuos que tengan un carácter noble y recto, educarlos en los principios de la virtud y la justicia enseñándoles a discernir el bien y el mal.

 Si a esto se une un don para conciliar opuestos, armonizar lo diverso, unir las voluntades, tendremos seres capaces de regir, con el auxilio de las leyes, una polis habitable y razonablemente feliz.

Aristóteles opinaba que el hombre de Estado tiene que reunir tres cualidades: amor a las leyes, competencia en lo que atañe a su cargo y virtud y justicia adecuadas al régimen. Y en fin, Cicerón tenía muy claro que el gobernante debe poseer una integridad excepcional, lo que significa amor a la verdad –no mentir jamás-, rectitud de intención –buscar sinceramente el bien común y no sus propios intereses-, humildad para reconocer sus errores y aceptar las críticas, etc.

Estas cualidades no son algo simplemente conveniente sino necesarias para gobernar bien. Por eso, si el candidato –aunque haya sido elegido democráticamente- carece de ellas, si llega a gobernar lo hará mal; puede hacer un grave daño al país en aspectos fundamentales y arrastrar al desprestigio al partido que representa. Por eso es importante y lógico que el que aspira a desempeñar un puesto de alta responsabilidad no surja "de la nada", sino que haya demostrado ya su valía personal en otros ámbitos de cierto relieve, de igual modo que en una empresa privada sería inimaginable que fuera elegido para dirigirla quien no fuera ya conocido por su idoneidad y competencia. En esas estamos.