Opinión

Cuando la mortalidad es complementaria, no contradictoria

Me inspiró  para lo que voy a escribirle la frase atribuida a Stalin, al decir: “Un muerto es una tragedia, un millón de muertos es una estadística”. Y que, además, recientemente mencionó el ex jugador internacional de baloncesto, Alfonso Reyes  –estuvo ingresado por el covid-19-, cuando al salir del hospital suplicó un: “No dejemos que las decenas de miles de fallecidos acaben siendo una estadística. Respetémoslos y recordémoslos”. 

Lo dicho viene a cuento por la comparecencia del presidente Sánchez en TV el domingo 7 de junio, cuando en un momento dado le oí decir que “los 27.136 fallecidos, cuantificados en España por coronavirus a través del Ministerio de Sanidad, y los 43.034 que ya han acreditado organismos oficiales, como el Instituto Nacional de Estadística (INE) y el Instituto de Salud Carlos III, se complementan, no se contradicen… Los excesos de mortalidad se estiman, no se miden, requieren una predicción de la mortalidad esperada”. Y prosiguió el presidente con más explicaciones al respecto, justificándose en la “transparencia del Gobierno al dar estos datos e insistiendo que las cifras son así en base a los criterios de la OMS”. ¡Pues es que no!, presidente, ya que cualquiera que esté atento al baile de cifras, recuerda que la OMS hacía días ya hablaba de una mortalidad de 30.000 mil personas.

Escuchando y asimilados7, estos desgraciados y contradictorios números de fallecidos, ¿no es cómo para recordarse de la frase atribuida a Stalin? El presidente Sánchez da a conocer números para, a renglón seguido, hacer un mero argumentario estadístico. Pero yo me niego a creer nada, y no porque provenga de Sánchez, que bastantes antecedentes ostenta para no ser creído, sino porque no llego a comprender, ¡y me esforcé!, tan gran diferencia de datos para justificarlos en que se complementan y no se contradicen…; y eso de que, en cualquier caso, los excesos de mortalidad se estiman, no se miden, ni un ignorante en estadística lo diría. Habrá que tener un cráneo privilegiado, a lo Sánchez, para entender tal disparate o hacernos acreedores a parvos sin remedio. Aunque, la verdad, yo intente comprenderlo a través de Mark Twain, al opinar que existían tres tipos de mentiras: las mentiras, las malditas mentiras y las estadísticas, con lo cual estaba describiendo el poder persuasivo de las estadísticas para reforzar argumentos débiles.

Entendiendo yo por complementario lo que completa o mejora para complementar o perfeccionar algo, jamás he llegado a entender que tal disparidad de datos fundamentales lleguen a ser complementarios y no contradictorios. A no ser que, ya puestos a dar números por miles, la tragedia se quede por voluntad del presidente en una mera estadística. La prueba es que los actuales próceres de España no conocen el número de infectados y, lo que es peor por terrible, los fallecidos. Y me viene al recuerdo cuando, en el segundo curso de Medicina,  teníamos una asignatura que, tratándose de una materia en una carrera sanitaria, se denominaba Bioestadística: aplicación de métodos estadísticos para resolver problemas relacionados con las ciencias de la vida, como aquellas que surgen en medicina, salud pública, etc., tratábamos de comprender estas cosas. Por cierto, asignatura que, sobre todo para los que habían hecho el bachillerato por letras, les resultaba difícil; se estudiaba y trabajaba con datos, números. Empezábamos a familiarizarnos  con cohorte prospectivos y cohorte retrospectivos. En los prospectivos los individuos seleccionados al inicio no tienen enfermedad de interés y son seguidos durante un cierto tiempo para observar la frecuencia de enfermedad en cada uno de los grupos. En el retrospectivo, los sujetos se estudian después de haberse producido la enfermedad, con utilización de base de datos… Estoy seguro que Sánchez no fue por letras, pero no se preocupó nada por leer bioestadística ni cohorte antes de la morbimortalidad ni después; a no ser que el guión que le pusieron delante para TV el domingo día 7 era pura trampa y nos lo dedicó. Es indecente banalizar con las muertes, presidente.

Te puede interesar