Opinión

“Dale gracias al cura”

Lunes, 11 de mayo

Me llama Vidal, guionista de cine que está escribiendo el guión de una película sobre los maquis, los guerrilleros antifranquistas. Vidal conoce bien la historia de todos los guerrilleros, de Camilo de Dios y de su hermano Perfecto. Pero me dijo que había leído un artículo mío intrigante y que quería una información sobre Perfecto de Dios.

Cierto es que gracias a su amigo Augusto Valencia, logré intimar con Camilo. En su casa de Sandiás siempre había buen vino y jamón. Yo le acosaba a preguntas y el guerrillero me contestaba con paciencia casi de monje.

Pero volvamos a Vidal. Quería saber sobre un incidente sobre el que escribí. Sucedió el 8 de junio de 2015, cuando enterraron a Perfecto en el cementerio de Sandiás. Recuerda, hermano lector, que los restos de Perfecto fueron hallados en un pueblo de Ávila con la ayuda de un sindicato noruego que puso el dinero e hizo posible el hallazgo. Perfecto fue abatido por la guardia civil en 1950. Tenía sólo diecinueve años.

Volvamos al día de su entierro. Allí estábamos Acisclo Manzano, Augusto Valencia y yo en la entrada del cementerio. Nadie lo había llamado, pero en la puerta estaba el párroco con su sotana, agua bendita y una mirada muy grave. Pero el cortejo no se detuvo. El sacerdote insistente se situó detrás suplicando “al menos un responso y un padre nuestro”. El emotivo cortejo siguió avanzando en silencio hasta la tumba. Allí hizo el último esfuerzo el cura y comenzó su rezo. Justo en ese momento, por los altavoces sonó muy alta "La Internacional". Le cuento esto a Vidal y me dice “Carajo, dale gracias al cura, esto es genial para mi guión. Qué imagen, ahí estaban las dos Españas”. Cierto, allí estaban los milicianos de la guerra civil y la derecha representada por el combativo párroco.

(Nadie se movió. Al terminar, una joven cantó el himno guerrillero “Por llanuras y montañas / guerrilleros van a luchar / Ni el dolor ni la miseria nos doblegarán / Las banderas de combate como mantos cubrirán / a los bravos guerrilleros que en la lucha caerán / a las bravas guerrilleras / muertas por la libertad/ Que el futuro no se olvide / de cuál fue nuestra misión / acabar con el fascismo / que en España se instauró”).

Jueves, 14 de mayo

Siempre me fascinaron los baterías de jazz. Con frecuencia, sus swings y sus solos que golpean el alma. Ay, acaba de fallecer un percusionista legendario. Si lo escuchas, sus solos te estremecen. Mi generación creció con su banda ‘Cream’. Te hablo, hermano, de Ginger Baker, qué tremendo trío con Jack Bruce y Eric Clapton a la guitarra. Por el Latino han pasado los mejores. Recuerdo aquella noche que hechizó la sala Horacio "El Negro". Pero te cuento. Al terminar el concierto, como tantas noches la sala cerrada, estábamos en la barra el barman Jose, que siempre cuida a los jazzmen, Horacio y yo. Él es cubano, ha tocado con todos los grandes, sobre todo con Santana. Cómo engullía sin interrupción ron Negrita. El ron, ya sabes, suelta la lengua. Y es bien cierto, con lo que me dijo, se me cayó uno de mis mitos: “Ya ya, Carlos Santana, menudo bribón, siempre con su rollo de amor y paz y esas cosas. Todo es comedia, colega, sólo le gusta la pasta y nos paga mal y tarde a los suyos. En su cabeza sólo hay money, dólares…”

Nadie lo había llamado, pero en la puerta estaba el párroco con su sotana, agua bendita y una mirada muy grave. Pero el cortejo no se detuvo

Pero, hermano lector, mi batería favorito es Peer Wyboris, que acompañó los últimos años a Tete Montoliu. Movía las baquetas de una forma especial. Quizás fue su niñez. Todavía vagamente dolorido me contó “yo era un niño en aquel terrible Berlín de 1945. Los últimos días de la guerra yo corría espantado bajo las bombas que caían sin interrupción, cuando los rusos sedientos de sexo y venganza se apoderaron de la ciudad. Crecí y supe que mi alternativa era el jazz. Y mira tú, me salvó de la bebida y de mis males tocar estos años al lado de Tete Montoliu”. Alguien me contó: “cuando murió Tete, volvió a la bebida y falleció pronto”.

(Esa lejana noche, un adolescente, casi un niño, miraba con admiración a Peer. Estaba a dos metros, yo no lo conocía pero lo llamé y tímidamente le dijo a Peer “también quiero ser percusionista como tú”. El alemán le dijo “hay que luchar, hijo”. Le aconsejó, subió al escenario y regresó con un par de baquetas que le regaló firmadas. Habrán pasado cerca de veinte años de aquella escena. No hace tanto, ese chico actuó en el Latino con el maestro Jorge Pardo. Dani Domínguez, un grande, hijo del mítico Yosi. La genética, hermano. Termina su concierto con Jorge, me reconoce, se acerca y me abraza “sabes, hoy las baquetas que me dio aquella noche Wyboris, están en mi vitrina más sagrada al lado de las cartas que no envié a una mujer que amé”).

Viernes, 15 de mayo

Esta mañana alguien me despertó con un mensaje: “Estar vivo, hermano, no está mal”.

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