Cartas al director

De vacas

n  n  n Ayer tarde-noche, acodado en el mostrador del mesón, estaba apurando la última taza del día al tiempo que me entretenía con un periódico. Ahora mis pulmones ayunos de nicotina, más que aromatizarlos los estaba adobando con un espeso olor de carne a la brasa que despedían dos parrillas a todo trapo, cuando escuché a mi vera la “conversa” de dos paisanos que saboreaban un amarillento aguardiente. Se le escapó a uno- repitiéndolo con cierto énfasis y vernáculamente- como bendición “meigallenta” a la bebida que pastaban estas palabras que me quedaron repenicando en los oídos y en la memoria: más vale bien de lejos que mal de cerca.

Tan interesante en continente como en contenido, este refrán lleno de párrafos divinos o palabras floridas,  poco el tropezó repentinamente con el trago de ribeiro en la garganta pugnando por salir violentamente de mi cuerpo, coincidiendo temporalmente cuando pasaba la hoja del diario que estaba ojeando solo sus “santos” y una página entera me mostraba toda desnuda  una vaca en medio de una pradera idílica -publicidad de una leche- y en ese momento de pasión excelsa pensando en tal lema, que nunca antes había oído, como profundo lector de los Nobel de Literatura de los años pares y del Planeta de los años impares que soy, decidí tomar otra taza para completar la paridad que suelo hacer en mis rondas etílicas.

La foto de aquella vaca publicitaria que me miraba con descaro, como riéndose,  me llevó a asociar una cosa con otra, viniendo a pensar tristemente que en mi parroquia, en las 60 casas, actualmente no había ni una sola vaca. Solo quedaban los perros y los gatos, pero vacas ni una sola. Ninguna. Y aquella imagen del carro con vacas y la oveja que se cebaba para la fiesta patronal casi me arranca lágrimas. Las praderas, prados y cortiñas las trabajaban ahora las escasas cooperativas de otras parroquias que tenían grandes instalaciones ganaderas. Buena verdad es que vale más bien de lejos que mal de cerca, volví a pensar, y decidí romper la paridad de las tazas. El gallego con las vacas ha conformado su forma de ser, de hacer, de pensar y de celebrar, ¿a dónde ha llegado? Desaparecido en combate de la aldea vaciada.

Esto -triste es- está sucediendo precisamente en la comarca en donde se hizo y se parió la primera concentración parcelaria de España.