PAPELES DEL ROCK

Dedalus brindó con el diablo

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photo_camera Los Rolling Stones.

Que los Rolling Stones sigan existiendo, haciendo discos -se espera nuevo trabajo de estudio para finales de 2018- y sobre todo, haciendo giras, es la garantía que el rock, sigue vivo

17 de mayo de 2018. Comenzó en Dublín la nueva gira anglo-europea de los Rolling Stones, una gira que se anunció este pasado invierno y que aunque esta vez no pasará por ningún escenario español, será cubierta en alguno de sus escenarios en estas páginas por quien emborrona estos papeles del rock. Ya lo verán...

Acerca de la crónica periodística sobre este primer concierto de los Stones en la capital irlandesa, de entrada señalar que, tal y como cabía esperar – no en vano no es en realidad una nueva gira, es el segundo tramo del 'No Filter Tour' que les trajo a Barcelona el pasado septiembre- los temas que tocan son fundamentalmente los mismos, es decir, una buena batería de clásicos entre los que no faltan “Jumpin´Jack Flash”, “(I Can´t Get No) Satisfaction”, “Honky Tonk Woman”, “It´s Only Rock´n´Roll” o “Midnight Rambler”, salpicados con temas de su último disco de versiones del blues como “Just Your Fool” y “Rid'em On Down” y algunas joyas algo más novedosas, tales como la preciosa balada “Wild Horses” de su clásico 'Sticky Fingers' de 1971. El espectáculo es también básicamente el mismo y las primeras sensaciones que nos han ido llegando son, una vez más -Mick Jagger no emprende una gira si no tiene la seguridad absoluta de que la banda está en perfecto estado para salir a la carretera- que no parece ningún problema haber superado los 70 años para hacer buenos conciertos de rock, contrariamente a como se pensaba no hace tanto tiempo.

Ahora bien, lo más importante de este nuevo periplo de conciertos de los Stones por Europa no está en eso, sin dejar de ser por supuesto fundamental que la banda que lo inventó absolutamente todo en el rock´n´roll no se arrastre por el escenario y destroce su leyenda. A pesar de los comentarios decrépitos y las criticas estúpidas de ese sector del periodismo musical incapaz de liberarse del complejo de Peter Pan y que siempre encuentra en los Rolling Stones la excusa perfecta para dar salida a sus frustraciones, estos cuatro viejos forajidos siguen callando bocas. 

 No, lo más importante, y esto es algo que estoy seguro que quienes vivan el rock con intensidad, todavía vayan a conciertos, prefieran comprar un disco de vinilo en lugar de conformarse con la creatividad capada del mp3 y disfruten del rock siendo conscientes de todo el bagaje histórico que más de medio siglo de rock nos ha dejado, entenderán perfectamente a lo que me voy a referir. 

 Que los Rolling Stones sigan existiendo, haciendo discos -se espera nuevo trabajo de estudio para finales de 2018 ó comienzos de 2019- y sobre todo, haciendo giras es la garantía que el rock, al que muchos de esos mismos critiquillos con problemas de auto-aceptación a los que me refería llevan fabricando el ataúd desde que se separaron los Beatles en 1970, sigue vivo. Still Alive And Well, que diría Johnny Winter.

Indudablemente, implicaría carecer de cualquier sentido de la realidad ignorar que en los últimos años se han impuesto dentro de la música popular contemporánea otros lenguajes, otras formas de expresión, especialmente arraigadas en gran parte de la gente más joven, de los llamados milennials, como el rap o el hip-hop especialmente y noticias como la de la reciente quiebra de la mítica firma de guitarras Gibson evidencian que otras formas de música que optan por desarrollarse instrumentalmente en otra dirección están ahí y ni pueden ni deben ser ignoradas. Ahora bien, de ahí a extender el certificado de defunción del rock como movimiento musical y como fenómeno cultural, dista un mundo. 

Cada noche que los Stones se suben a un escenario, con toda seguridad de manera no deliberada ni probablemente en modo alguno muy racionalizada por ellos mismos, están demostrando que ellos son el rock, y que el rock son ellos. La llama de un estilo musical que conmocionó al mundo tanto por su impacto social, por como revolucionó a toda una generación que se lanzó a cambiar el mundo en los años 60 -no hace mucho recordábamos en estas páginas como el rock fue la banda sonora del mayo francés de 1968- y que sobre todo, creó en cierta manera una actitud, una forma de ser y de vivir difícilmente definible o teorizable. 

El rock entendido como libertad, transgresión, independencia. Como la música y la actitud que distingue al que decide que hace con su vida y como vive su vida en contraposición a quien se acomoda a una vida rutinaria, gris, marcada por los que otros diseñan para él y no por lo que él decide. El espíritu de Dennis Hopper y Peter Fonda en 'Easy Rider', el de Thelma y Louise, el de Dustin Hoffman en el personaje de Benjamin Braddock en 'El Graduado', el del “Nota” en 'El Gran Lebowski” o hasta el de Vincent Vega en 'Pulp Fiction' -a pesar lo mal que baila con Uma Thurman, y eso que estaba interpretado por el mito del dance en la época crepuscular de la década de los 70, John Travolta-. 

Quizá a muchos les parezca contradictorio o incoherente que unos millonarios ingleses representen en 2018 ese espíritu del rock más genuino. Me remito a unas declaraciones de Keith Richards de 2002. “Como dice Charlie Watts, llevo 50 años viendo bailar delante de mi el culo de Mick Jagger, he comido mierda con él durante mucho tiempo y le he visto crecer conmigo. Así que te imaginarás que es alguien que tiene pocos secretos para mi. Y te diré una cosa: Existe un Mick Jagger con el que evito relacionarme. El Jagger business-man, el Jagger calculador, frío, de reuniones de negocios subido en un altar de arrogancia que no soporto. Pero para mi el verdadero Mick Jagger es el que se sube conmigo al escenario. El cantante de los Rolling Stones. El que saca del bolsillo trasero la armónica y vuelve a ser el blanco que mejor canta blues de toda la historia y con el que montamos todo esto en una cocina de Chelsea en el invierno de 1962”. 

Los Stones representan por supuesto, una historia, un legado, pero lo más importante, y es lo que se deduce de las palabras de Keith, es que por encima de todo, los Stones son ACTITUD. Actitud donde tiene que tenerla un artista, que es encima del escenario. Y ahí, es donde cabe confiar en que mucha gente joven que se acerque a ver a los Stones, descubra que existe una forma de afrontar el mundo musicalmente hablando que todavía tiene mucho que mostrar a su generación. 

Volviendo a Dublin, y más en concreto a James Joyce, una de sus más celebradas obras se titula 'Retrato del artista adolescente', novela que narra la vida de un joven, Stephen Dedalus que llega a descubrir su vocación literaria tras varios desencuentros con el modelo de sociedad en el que vive, la religión e incluso la mujer amada. Haciendo un onírico y transgresor ejercicio de imaginación, no me cabe ninguna duda de que si Stephen Dedalus hubiera estado la noche del jueves pasado en Croke Park, habría disfrutado como el que más del arranque del show de los Rolling Stones en esa ciudad tan anexionada históricamente a la buena literatura (Yeats, Beckett, Bram Stoker) al buen rock (Thin Lizzy, Rory Gallagher) y al buen whisky, por supuesto, interesándose por ese caballero de impecables modales que siempre decía: “Permítame que me presente... soy un hombre distinguido y de buen gusto...” 

Me parece que no ha sido en absoluto casual que los Stones hayan arrancado esta gira en Irlanda. ¿Y a ustedes?

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