Opinión

Didáctica de parvulitos

Visita rápida a Barcelona. Entre un rabo de pulpo y una rodaja de lubina (de soltera y salvaje, robaliza) pregunto por la Colau, ya saben, la alcaldesa lubina, loba de mar aguerrida y fiera, según unos; dulce y ubicua, según otros; esperanzadora dama y decepcionante matrona, en el entender de otras y dividas opiniones. Entonces van y me responden, unos y otros, con que si el AVE es de muy altos vuelos para esta tierra nuestra, siempre tan lejana y desconocida, tan distante siempre.

El pulpo y la lubina los ingiero en el Arume, un restaurante gallego, sito en los bajos de la casa en la que vino al mundo nuestro medio paisano Vázquez Montalbán, allí por donde se diría cercana a la rambla del Rabal, en el 11 del Carrer Botella, si he de dar la referencia exacta. El restaurante está petado, como una nécora pillada en una nasa oportunamente olvidada en la Illa de Tambo, así como quien no quiere la cosa y ¡Ah, creí que aún era lazareto! El barullo es grande. El éxito importante. La respuesta sobrecogedora.

Pregunto por la Colau y me responden con el AVE; no diría yo que seguido de un “gratia plena”, pero casi. A mí la no respuesta no me causa gracia. En resumidas palabras, que nos lo siguen negando; ellos, los catalanes del Galeuzca y otros inventos que nunca se me antojaron edificantes. Según ellos, no será rentable. Según ellos, no habrá dios que lo amortice. Ya no me encorajino, que eso es cosa propia de la juventud y sus dispendios. Tampoco me sobrecojo. Me atrevo a preguntar si las autopistas son rentables y si han sido amortizadas.

Aún no me había subido al AVE, siendo el viernes 3 de junio; siendo primeros de mes, además de ser fin de semana. Lo haré más tarde y el vagón lo ocuparemos cuatro personas despistadas, tres de ellas un matrimonio con bebé y silla. Empezará a llenarse en Zaragoza y Calatayud, pero no en Barcelona, no es por nada; tan sólo porque uno se fija en estas cosas.

¿Han sido amortizadas las autopistas? Parece ser que no y que no habrá quien lo haga. Se puede decir que no hayan sido rentables. Nadie se atreverá a decir que no lo han sido. Es evidente que si, que su existencia se ha rentabilizado en múltiples aspectos del convivir humano. La teoría de que las infraestructuras no son rentables es la misma que justifica que la sanidad pública o la educación universal y gratuita tampoco lo son, pues cuestan un pastón y no sirven para nada. ¡Ah, estos amigos de la rentabilidad cuantificable en cifras de papel moneda! Las Humanidades, al parecer de estos, tampoco sirven para nada. Nada sirve para nada. Solo el dinero que engendre más dinero. Aunque este sea aire y no sirva para nada. Hipotecas sub-prime y otros inventos delirantes que nos han traído hasta aquí, volando.

Sin embargo nuestra sociedad es mejor desde que hay autopistas y AVE, desde que hay puertos y aeropuertos, universidades aquí y allí, hospitales de estos y de lo otro. Incluso el país es rentable. Sucede que es la renta producida la que no está rentando a todos sino a muy pocos y que, en ese término “pocos” podemos incluir a quienes pretenden que el bien de todos, creado con el dinero y los ahorros de todos, sigan rentando únicamente en su entorno inmediato. ¡Gaznápiros! No se dan cuenta -y si se la dan la ignoran- de que la realidad es y debe ser siempre compartida.

Si un pulpo cocinado en el Arume tiene ocho tentáculos, como los de aquí -a los que siempre se les cuentan y siempre coinciden todos en la suma- con un pulpo se alimentan ocho comensales y todos salen contentos y aceptablemente nutridos y aun sobra la cabeza. Pero si el pulpo se lo cuece, se lo adoba y se lo come solo uno, entonces, quedarán siete mal nutridos y aun por encima cabreados. Discúlpenme esta verdad de Perogrullo, aquel señor que a la mano cerrada le llamaba puño. En fin didáctica de parvulitos. Pero se entiende.

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