Opinión

El dinero y los cojones

No se puede confiar en un narciso, que miente incluso cuando calla; no se puede confiar en un perroflauta, que hace poco defendía la salida del euro, el impago de la deuda pública y la nacionalización de la banca; no se puede confiar (de hecho no lo hace) en la ortodoxia de los Presupuestos Generales del Estado; sin embargo la UE acaba de asignar a España ciento cuarenta mil millones de pavos.

Los “peperetes” de Pablo Casado tampoco le arrendaban las ganancias a este “gobierno-gallinero” conformado por raposo-gallos y pistoleros insomnes que tienen que dormir con el colt bajo la almohada; pero los “peperetes” siguen malviviendo, haciendo ataúdes como los sepultureros de los wésterns a la espera de la balacera. Mientras tanto Sánchez, el puto Sheriff, ha convocado a los cowboys autonómicos a San Millán de la Cogolla (que rima con marketing) a una cumbre de pedigüeños. Aunque fuera a una cena de idiotas había que ir; el asunto era volver con las alforjas repletas de pasta, no de palabras.

El dinero y los cojones están para las ocasiones: Feijóo tiene que ponerlos encima de la mesa, primero para que el reparto sea justo, y segundo para invertir bien las ayudas. Hay que desenfundar más rápido que Torra, que Urkullu, que Puig; hacer valer nuestra diseminación poblacional, nuestro aislamiento secular, nuestro asentamiento en un córner al que llaman “finisterrae” marginado siempre por las inversión pública. Hay dejarse de tanto “sentidiño” y tanta disculpa de mal tirador: los diputados “peperetes”, por Galicia, pueden apoyar a Sánchez antes de condenarnos a todos a la horca. 

Nos esperan tiempos de tribulación por eso hay que hacer mudanza. El regalo a fondo perdido de Europa, no puede ser a timo cantado. No podemos malbaratarlo en planes “E” (de engaño), ni en planes “Líder” para arreglar los pazos de los señoritos, ni en fondos Feder para invertir en ladrillo. De este duelo podemos salir todos muertos. O resucitar de nuestro marasmo. El dinero nos lo van a dar, ahora hay que echarle cojones para invertirlo. Dejarse de repartir limosnas entre los que más lloran (y maman) y crear, de verdad, un buen tejido productivo en Galicia; generar valor añadido a nuestros productos primarios; ampliar la diversidad agraria e industrial; mejorar la educación; estimular la formación profesional; promover la inversión privada; reclamar compensaciones por el expolio energético de nuestros ríos y cumbres; fomentar el consumo de los productos de proximidad; impulsar la investigación y la innovación; invertir en la transición ecológica y digital; preservar nuestra riqueza forestal, y, ante todo, combatir el mildiú demográfico. El camino de Santiago está muy bien, sobre todo para mantenerse en forma, pero de esto sólo no se vive. Hay que abrir nuevos horizontes. El mañana es hoy. La ocasión la pintan covid.

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