CRÓNICA

Doce mil kilómetros para ver la tumba de Soulecín

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photo_camera Roberto Rivero, ante la tumba de Soulecín donde descansa la hermana de su abuelo y su marido.

Roberto Rivero viajó desde Argentina hasta Soulecín (O Barco) para encontrarse con sus raíces. Aquí, en una tumba excavada a un lado de un camino, están la hermana de su abuelo y su marido, fusilados en 1939.

Roberto Rivero recorrió 12.000 kilómetros en busca de sus raíces, que encontró en Soulecín. Las halló en una tumba de tierra, excavada al borde de una pista. Aquí, fueron enterrados Amalia López, la única hermana de su abuelo, y Domingo Rodríguez. Torturados y fusilados en 1939, sus restos fueron depositados en el mismo lugar donde esta semana los visitó este ciudadano argentino, medio año después de enviar una carta al alcalde de O Barco, Alfredo García, solicitando su colaboración para encontrar a su familia.

"Fue un golpe encontrar la tumba. Uno no puede creer que la barbarie haya llegado a tanto", comentó Roberto Rivero ante la fosa donde fue enterrado el matrimonio. Cuatro de los cinco hijos de Domingo y Amalia y sus dos hijas se echaron al monte, falleciendo los varones y escapando a Francia las dos mujeres. Él nació en Argentina y no vivió los sucesos de la Guerra Civil española y la Postguerra, pero el miedo por los hechos en los que se vio envuelta la familia cruzó el Atlántico. "Como en Argentina también hubo problemas con la dictadura cuando estaba estudiando, en la década de 1970, mis padres tenían miedo de que pasara lo mismo y me protegían", explicó. "Yo solo sabía que mi abuelo había perdido a su única hermana trágicamente. El resto lo callaron", añadió.

Horas antes de su regreso a Argentina resumió el objetivo de su viaje: "Volver a mis raíces. No hubo otro motivo que llevarme una piedra de Soulecín, para mí y mi hermana", comentó.

La parada en Soulecín fue la última etapa de un viaje que comenzó en Francia, más concretamente en el hogar de Consuelo "Chelo" Rodríguez. La única de las dos hermanas que se exiliaron en Francia que sigue viva. "Es una mujer con una mente muy lúcida y muy cariñosa, de una gran calidad humana ", comentó. Su viaje hacia O Barco tuvo una segunda escala, en Bilbao. Aquí se encontró con José Gil, nieto de Francisco Rodríguez, el único de los cinco hijos de Domingo y Amalia que sobrevivió.

Antes de regresar a su país, explicó que la Ley de la Memoria Histórica le ofreció la posibilidad de solicitar la nacionalidad española. No lo hizo, pero no por ningún motivo particular, simplemente por evitar los trámites burocráticos. "Hacerse ciudadano español implicaba perder tiempo, ir a la embajada y reunir los papeles: un rollo y yo no tengo problemas para viajar.

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